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2020-05-03 | Homilía 4º Domingo de Pascua

Lecturas de la Misa:

1º Lectura: Hechos 2, 14-41

Salmo 22,1-6 Buen Pastor

2º Lectura: 1 Pedro 1, 17-21

Evangelio: Juan 10, 1-10 "Yo soy la puerta de las ovejas"


Homilía del Domingo del Buen Pastor

Creo que hasta el cansancio en este tiempo decimos que estamos viviendo momentos difíciles.

Creo que todos hemos experimentado en algún momento de este tiempo tan largo que no hay salida, que todas las puertas se cierran. Y por eso hemos experimentado la desesperanza, hemos experimentado el desgano, la angustia, porque el tiempo de cuarentena se hace largo y entonces, parece que ya no hay salida, no hay salida, no hay puertas que se abren.

Y en este tiempo, justamente, aparece hoy Jesús en el evangelio diciendo “Yo Soy la puerta”. Creo que nunca más indicado este evangelio en este tiempo, en el que necesitamos encontrar la salida, en el que necesitamos darnos cuenta que después de esta cuarentena hay un horizonte positivo, y Jesús dice “Yo Soy la puerta” e inmediatamente después dice que las ovejas podrán entrar y salir libremente, es decir que nos da más pistas de cómo es esa puerta.

Es una puerta que está abierta, Jesús es una puerta abierta, una puerta abierta a su misericordia, una puerta abierta al amor de Dios, una puerta abierta al perdón. Quizás alguno está diciendo en este momento, pero padre yo soy muy pecador, mi vida es un desastre, me mandé muchas macanas, cómo es que esa puerta abierta también es para mí, sí, animate a cruzar el umbral.

La puerta de Jesús es la puerta abierta de su amor, de su misericordia y de su perdón, qué lindo entonces, en este tiempo de pandemia, que a veces decimos no hay salida, encontremos una puerta abierta ¡y flor de puerta que encontramos abierta! la del amor y de la misericordia de Dios.

Animate a cruzarla, animate a arrojarte en sus brazos y experimentar la misericordia de Dios que no es un juez que condena y por eso su Hijo es una puerta abierta, no te quedes afuera, animate hoy a cruzar el umbral.

(Hoy) También es un tiempo de templos que están cerrados y entonces no podemos ir a misa, es un tiempo en el que muchas actividades están cerradas y sin embargo creo que, más que nunca podemos decir que la Iglesia está llamada a ser hospital de campaña. Porque los templos (son) una cosa, pero la Iglesia es otra, la Iglesia es la familia de Dios, la Iglesia es el rebaño del que nos habla el Evangelio de hoy y entonces en tiempos de pandemia, aunque los templos estén cerrados, como Iglesia tenemos que estar abiertos a la fraternidad, abiertos a la solidaridad, abiertos a lo inesperado de Dios, en este año 2020 que nadie pensó que lo íbamos a vivir así.

Por eso, creo que, así como un templo cerrado nos da cierta tristeza, también no hay nada peor que una persona cerrada, una persona hermética, una persona que uno no sabe lo que piensa, no sabe lo que dice, una persona que lo único que provoca es desconfianza; nosotros no queremos ser ni cristianos cerrados, herméticos, ni queremos ser una Iglesia cerrada, queremos ser una Iglesia hospital de campaña, abierta a la solidaridad y a la fraternidad.

Y aprovechando entonces, que con esta Misa llegamos a mucha gente quisiera en nombre de la Iglesia pedir perdón, pedir perdón por las veces que fuimos Iglesia de puertas cerradas, pedir perdón por las veces que a mucha gente le pedimos muchísimos requisitos para un bautismo, perdón por las veces que casi te tomamos examen antes de ayudarte desde Cáritas con mercadería o con algo de ropa, perdón porque a veces nos hemos parecido más a un patovica de un boliche que a lo que Jesús nos pide que es simplemente estar al lado de la puerta y que todos disfruten de su misericordia.

Ojalá podamos con este tiempo de pandemia aprovechar la oportunidad y ser de ahora en adelante los que estemos cerca de Jesús abriendo siempre la puerta, que la puerta del Señor sea una puerta abierta a los que sufren, que la puerta del Señor no tenga patovicas ni porteros, que la puerta del Señor sea realmente aquella que se abre para felicidad de tantos que necesitan.

Pensaba que en realidad la puerta abierta es la puerta de entrada y puerta de salida, es puerta de entrada por que es puerta de entrada a la familia de Dios, es puerta de entrada al descanso, la protección, a la ternura del Señor y es puerta de salida porque es puerta de liberación, es puerta de esperanza; ojala hoy todos podamos sentir este doble movimiento, entrar en los brazos del Señor es entrar a su ternura, a su amor, a su perdón y salir de los brazos del Señor es volver a experimentar la liberación de esperanza, Él va conmigo, El me acompaña, El me anima, Él está, y no hay porteros, no hay patovicas, porque el Señor quiere que su puerta esté abierta porque la iglesia es hospital de campaña que recibe a los heridos de la vida.

Y termino, todos somos ovejas, todos somos parte del rebaño del Señor, el papa Francisco insiste con una idea de que todos tenemos el mismo documento de identidad todos somos vulnerables, pecadores, perdonados y amados por Dios, en eso somos todos iguales, pecadores, perdonados, amados y salvados por el Señor, por lo tanto, todos tenemos que disfrutar de esta puerta abierta.

¿Entonces en este tiempo de encierro, en este tiempo de quedarnos en casa que podamos experimentar una vez más que hay una salida, hay una salida y hay una entrada, ¿y quién es? el mismo Señor.

El Señor nos ayude a que podamos cruzar el umbral, que podamos disfrutar de su misericordia, que podamos en sus brazos encontrar la verdadera dimensión y que como Iglesia, en este tiempo de pandemia, sea también un tiempo de conversión, no queremos ser más una Iglesia de puertas cerradas, no queremos ser más una Iglesia con porteros con vigilantes con patovicas, queremos ser una Iglesia cerca de los que sufren y por eso entonces aceptamos que somos vulnerables, que somos pecadores que somos salvados por el Señor, que en definitiva, todos somos ovejas, todos iguales y todos necesitamos de nuestro Pastor.

Antes de la bendición final - Lecturas recomendadas para la semana

Quería proponerles también en este nuevo tiempo, dos textos para que puedan leer, se acuerdan la primera vez propuse la encíclica del papa Benedicto XVI “Salvados en esperanza”, la semana pasada un texto del papa Francisco que se llamaba “Un plan para resucitar”.

En esta ocasión, les voy a proponer por un lado un texto breve de Juan Pablo I, un papa fue solamente pontífice treinta y tres día, sin embargo tuvo algunas audiencias, de esas de los miércoles que tienen las papas y hay una audiencia que a mí me gusta mucho, que fue la Audiencia del 6 de Septiembre de 1978 , en la página de los 500 años se va a subir y seguramente también en la de la Diócesis pero sino buscan en www.vatican.va al papa Juan Pablo I, miércoles 6 de Septiembre de 1978 , ahí el Papa dice cosas muy lindas sobre la humildad, sobre esto de tomar conciencia que somos parte del rebaño de Jesús, todos ovejas que necesitamos entrar por la puerta de la misericordia, solamente les leo el texto que dice en algún momento “no vienen ganas de creerse santos cuando uno sabe que ha cometido faltas graves”, lo dijo Juan Pablo I. Al igual al plan de Francisco, aquí les propongo que lo lean, son unas pocas páginas.

Y el segundo texto para también asumir que tenemos que ser una Iglesia de puertas abiertas, abiertas a la realidad, abiertas para la demanda de los más pobres, abiertas a los que más sufren y necesitan a sus hermanos, yo tengo una tesis de historia, quédense tranquilos no voy a desarrollar completa que es muy extensa , pero es sobre la epidemia de fiebre amarilla de 1871 , en esa ocasión la Iglesia, una Iglesia de puertas abiertas; el grupo social que más víctimas tuvo fue justamente la Iglesia en Buenos Aires. Muchos sacerdotes, muchas religiosas, muchos religiosos, muchos laicos comprometidos entregando su vida, a tal punto que fueron el grupo que más víctimas tuvo.

La idea no es que cada uno de nosotros la lea para decir solamente ¡uy! y qué buenos fueron todos esos curas que entregaron la vida, sino que la podamos leer para darnos cuenta de que hoy también la Iglesia tiene que estar cerca de los que sufren con las puertas abiertas del corazón aunque los templos estén cerrados y con las manos abiertas ayudando al que necesita, y por eso hay un artículo de la tesis pero más breve que también va a estar subido, se llama “La Iglesia en Buenos Aires durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871” para darnos cuenta que hace 150 años ya nos enseñaron un poquito lo que es ser Iglesia en tiempos de epidemia, que no hay Iglesia cerrada sino Iglesias abiertas como es el mismo Jesús, puerta abierta para todos.

 
 

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