Lecturas de la Misa
1º Lectura: Hechos 8, 5-17
Salmo: 65
2º Lectura: 1 Pedro 3, 15-18
Evangelio: Juan 14, 15-21 "El Padre les de otro defensor"
HOMILÍA
En este evangelio, del capítulo 14 de San Juan en una primera lectura rápida, que podemos hacer, quizás nos quedemos con la sensación que no entendemos, qué es lo que Jesús nos quiere decir, qué es lo que Jesús está queriendo transmitir.
Jesús está en este discurso de despedida en la última cena, en la que está compartiendo su vida, su corazón, sus enseñanzas con sus discípulos, y en ese contexto de despedida, Jesús tiene este discurso, en el versículo 18 de este Evangelio.
Y dice Jesús, “no los dejaré huérfanos”. Si uno busca en el diccionario la palabra “huérfano”, dice que es aquél que carece o que no tiene padre ni madre, eso lo sabemos todos, pero también dice el diccionario que huérfano es el que también carece de algún tipo de protección, es también el que está abandonado; la orfandad tiene que ver también con el abandono y con la soledad, no solamente con no tener papá o mamá físicamente entre nosotros, sino que también es huérfano el que siente algún tipo de abandono, es huérfano el que siente algún tipo de carencia, es huérfano el que no tiene ayuda, es huérfano el que está abandonado, es huérfano el que sufre la soledad.
El Papa Francisco en una homilía que después les voy a sugerir leer, dice que, más allá y detrás de todos los pecados, más profundo que muchísimas situaciones malas que sufrimos y vivimos en la vida, en el fondo del corazón, está la soledad. Y dice el Papa que la soledad nos va separando de Dios nos va separando de los demás, nos va encerrando en nosotros mismos, va haciendo nido en el corazón , nos quita fuerzas, nos carcome la vitalidad, esa es la soledad, soledad que seguramente muchos habremos vivido y estaremos viviendo, y mucho más, en este tiempo de pandemia .
Entonces, volver a escuchar a Jesús que nos dice hoy “no los dejaré huérfanos”, porque también Jesús piensa que lo que quiere es venir a rescatarnos de esa soledad, soledad que a veces se anida en el corazón, de esa soledad que está muy profundamente metida que no nos deja ser felices y que lo único que hizo fue encerrarnos en nosotros mismos. Y Jesús dice, “no los dejaré huérfanos” e inmediatamente nos dice cómo va a hacer, y nos dice “rogaré al Padre por ustedes”.
Rogaré al Padre, Jesús reza por nosotros, qué lindo pensar que el Hijo de Dios reza por nosotros, y un modo de estar cerca, de un modo de no quedarnos solos es saber que estamos en la oración de los demás, un modo de acompañar a los demás en su soledad es pensar que rezamos por ellos, es experimentar esto que hoy Jesús nos dice, rogaré al Padre, el Señor reza por nosotros, un modo de estar cerca, un modo de rescatarnos de nuestra soledad e inmediatamente después también nos promete el Espíritu Santo.
Jesús no solamente le pide al Padre por nosotros, sino que le ruega que nos mande otro Paráclito, otra palabra rara, ¿qué es “Paráclito”? Paráclito se refiere al Espíritu Santo es una palabra griega que significa abogado, intercesor, el que defiende, el que consuela. Y el consuelo tiene que ver con estar con el que está solo, fíjense que en la palabra “consuelo” aparece “consolar-con el solo”, rescatar al que está solo de ese abismo profundo que habita en el fondo del corazón, “ser con” en la soledad de los demás, ese también es el Espíritu Santo, el que viene a rescatarnos de la soledad.
Si pensamos en este tiempo actual, podríamos pensar en cuántas soledades, en cuántos abandonos, en cuántas orfandades vive nuestra gente, entonces, qué lindo es escuchar este Evangelio, y como les decía al comienzo, quizás de entrada sonó raro e inentendible, pero si ahora pensamos en que la orfandad, el ser huérfano, tiene que ver con el abandono, con el no tener, con las carencias, con la soledad podemos entonces rescatar alguna de las frases de Jesús , cuando dice, “no los dejaré huérfanos, volveré a ustedes , ustedes si me verán, ustedes están en mí y yo en ustedes, yo me manifestaré a cada uno de ustedes”
Jesús nos dice todo el tiempo de muchas maneras, no los dejo solos. Estoy, rezo por ustedes, un modo de estar cerca, les envío el espíritu Santo Paráclito, el consolador, el que acompaña en los momentos difíciles de la vida.
Creo que esto, entonces, nos compromete, nos compromete por un lado a ser una Iglesia que consuele, una iglesia como decimos, hospitalaria, una Iglesia que esté cerca de los que sufren, y a cada uno de nosotros (nos compromete) a ser testigos de Cristo para acompañar la soledad de hoy, la soledad de muchos que se quedaron sin trabajo, la soledad de los que no pueden llevar el pan a sus mesas, la soledad de los que son víctimas de la especulación, del aumento de precios -y entonces con los pocos ahorros que tienen cada vez pueden comprar menos-, la soledad de los que están tristes y no ven salida a esta pandemia, la soledad física que viven aquellos que quedaron aislados, la soledad de los que están lejos de su patria, la soledad de la profunda angustia existencial que cada uno puede tener en el corazón y que en este tiempo parece que aflora cuando uno tiene más tiempo para pensar y tiene más tiempo para meditar y entonces al tener a veces menos actividades afloran cosas que están adentro y que hace rato estaban anhelando en lo profundo del alma.
Ser testigos de Cristo frente a las orfandades del mundo, ser nosotros también, como el Espíritu Santo que consuela, nosotros tendremos que ser las manos, nosotros tendremos que ser los pies, nosotros tendremos que ser el corazón del Espíritu Santo, nosotros tenemos que ser como la extensión de ese Espíritu Santo que viene a consolar a los que están hoy mal.
Y a la vez pienso, cuántos Paráclitos, cuántos defensores, cuántas personas que consuelan ya hay en este tiempo de pandemia, cada uno conoce muchos, cada persona que hace el bien de alguna manera es un poquito el Espíritu Santo -el Paráclito-, el que anda haciendo cosas por los demás para rescatarlo de su soledad. Gracias a todos los que están haciendo de Paráclitos, aunque la palabra sea rara, gracias a todos los que están haciendo cosas por los demás, gracias a los que con su generosidad, con su solidaridad, con su compromiso, con su ternura, con su oración están cerca de los que se sienten solos, que Dios los bendiga.
Pensaba entonces que tenemos que preparar nuestro corazón para la venida del Espíritu Santo; preparemos nuestro corazón para ser esa Iglesia hospitalaria, esa Iglesia de puertas abiertas, sin porteros, sin patovicas, como decía el otro día, y pedirle a San Francisco de Asís que podamos hacer propias sus palabras:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
Amén
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Después de compartir las últimas noticias de Cáritas Diocesana y antes de la Bendición final, el P. Jorge volvió a recomendar algunas lecturas para la semana, de manera que el tiempo de cuarentena también sea un tiempo de formación personal.
Lecturas recomendadas para la semana:
Papa Francisco. Homilía en la Misa de Campo grande de Ñu Guazú, Asunción. Domingo 12 de julio de 2015.
Carta de Mons. Tissera, presidente de Cáritas Nacional. Por el Año Mariano Nacional (23 de abril. 2020)
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