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2020-11-08 | Homilía del 32º Domingo del Tiempo durante el año

Lecturas de la Misa

Sabiduría 6, 12-16

Salmo 62

1Tes 4, 13-18

Mateo 25, 1-13


HOMILÍA


En el evangelio de hoy, capítulo 25 del evangelio según San Mateo, en el versículo 2 dice que hay diez jóvenes. Diez jóvenes. Cinco de ellas son necias y cinco son prudentes. Y se me ocurrió empezar buscando en el diccionario qué significa la palabra “necio”.


Necio es alguien que insiste en sus propios errores o se aferra a ideas equivocadas, demostrando con ello, poca inteligencia. Fíjense la definición del diccionario: el necio es alguien que insiste en sus propios errores o se aferra a ideas equivocadas, demostrando con ello, poca inteligencia.


Las otras cinco jóvenes son prudentes. ¿Y qué o quién es alguien prudente? Según el diccionario, es alguien que piensa acerca de los riesgos posibles que conllevan ciertos acontecimientos y entonces modifica su conducta para no producir perjuicios innecesarios. Repito quién es alguien prudente: alguien que piensa acerca de los posibles riesgos que conllevan ciertas actividades o acontecimientos y entonces modifica su conducta para no producir perjuicios innecesarios.


Cinco jóvenes son necias, cinco son prudentes. El versículo 5 lo que sí dice, es que a todas les agarró sueño y todas se durmieron: las prudentes y las necias. Y entonces, no podía dejar de leer en clave de tiempo de pandemia estos dos versículos. Estos dos versículos sobre las jóvenes necias y las jóvenes prudentes y esto de que a todas les entró sueño y se durmieron. Creo que nosotros también, todos, estamos muy cansados. A todos se nos ha hecho muy larga la cuarentena, la pandemia. Todos, un poco, estamos hartos. Todos, un poco decimos “ya no damos más”. Este tiempo de pandemia se nos ha hecho tedioso. Se nos ha hecho demasiado extenso. Todos estamos cansados como esas diez jóvenes. Y también, en este tiempo de pandemia, aunque el cansancio es algo que nos ocupa a todos, creo que también algunos podrían incorporarse al grupo de los necios y otros podrían incorporarse al grupo de los prudentes. Ahí está la diferencia.


Y ¿quiénes son los necios en tiempos de pandemia? Y... los que insisten en que la pandemia es un invento, los que insisten con que el Covid no es nada grave. Los que dicen que no vale la pena cuidarse. Los que dicen que no hay que usar el barbijo. Los que se siguen juntando. Los que siguen tomando mate entre ellos. Los que dicen “no me voy a contagiar”. Los que dicen “esto es un invento del gobierno” o de algún poder extraño internacional. Cuánta necedad hemos experimentado también en este tiempo. Cuántos necios que, en definitiva, son el ejemplo de lo que define el diccionario.


Pero también, en este tiempo de pandemia, aún cansados, aún muy hartos de esta cuarentena tan larga, en muchos, prima la prudencia. Y aplicando entonces la definición del diccionario sobre la prudencia: son los que han pensado sobre los posibles riesgos y entonces adaptan sus conductas para no contagiar, tienen conciencia que sus actos personales tienen consecuencias sociales y no quieren producir ningún perjuicio innecesario en los demás.


Creo que también dentro de nosotros hay un poco un necio y un prudente. Por momentos tenemos ganas de tirar la toalla y juntarnos, y tomar mate, y decir que no pasa nada. Y también hay un prudente que dice “no. Pará. Mis conductas pueden generar perjuicios innecesarios”.


Creo que hoy, más que nunca, necesitamos de gente prudente. Creo que hoy, más que nunca, necesitamos cuidar la vida. Creo que hoy, más que nunca, la necedad nos perjudica a todos y solo desparrama contagios. No nos olvidemos: cada vez más, este tiempo va a ser responsabilidad de cada una de las personas. Que ojalá que en cada uno de nosotros prime la prudencia, gane la prudencia y no la necedad.


El otro versículo que me llama la atención es cuando las jóvenes necias dicen “nuestras lámparas se apagan”. Y yo creo que en este tiempo, y vuelvo a leer el Evangelio en clave de pandemia, también sentimos que nuestras lámparas se apagan, se nos apaga la esperanza, se nos apaga la alegría, se nos apaga un poco la vida. Y allí tomo algo de Eduardo Galeano. El uruguayo que en “La mala racha” del “Libro de los abrazos” dice lo siguiente: “Mientras dura la mala racha pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora demasiado en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.”


Creo que a veces sentimos eso. Que se nos cae la vida. Sentimos, como decían estas jóvenes, que se nos apaga la vida, se apagan nuestras lámparas. Y entonces les propongo que de este versículo del Evangelio podamos hacer una oración, podamos hacer una verdadera letanía. En la que le podamos decir: “¡Señor, ayudanos! Porque nuestras lámparas se apagan. Señor, ayudanos porque estamos viviendo una mala racha. Señor, ayudanos porque tenemos miedo que se nos caiga la vida. Señor, ayudanos porque a veces ya no tenemos más alegría y se nos va apagando todo”.


Y de estas lámparas con aceite que son, en definitiva, lo que hace que estas jóvenes terminen cinco entrando a la boda y cinco se quedan afuera... creo que la lámpara representa nuestra vida, nuestro corazón, nuestra alma y entonces podríamos decir “bueno... ¿cuál es el aceite que hoy carga mi corazón? ¿Cuál es el aceite que hoy carga mi vida?” Cuidado que no sea el aceite rancio. ¿Vieron el aceite rancio? Es el aceite viejo, el aceite que quizá quedó en un frasco destapado, el aceite que a veces estuvo expuesto a altas temperaturas... porque el aceite rancio tiene olor feo y a veces el aceite del corazón es rancio. Es rancio porque es un aceite quemado por el rencor. Es un aceite rancio por la intolerancia, por los prejuicios, por las broncas. Es un aceite rancio porque nos ganó la tristeza y la desilusión. Es un aceite rancio porque gana la angustia y la incertidumbre.


Creo que ese no es el aceite que enciende nuestra vida y mucho más en este tiempo tan difícil ¡Necesitamos tener prendidas nuestras lámparas! Y por eso quisiera decir con el salmo hoy: “mi alma tiene sed de ti, Señor. Mi alma tiene sed de ti”. Podríamos decir: “mi lámpara necesita del mejor aceite”. Y el mejor aceite es el encuentro personal con Jesús. El mejor aceite es el Señor que está en mi vida y enciende mi vida.


Por eso, pidámosle también hoy a Dios, que pueda cargar nuestras vidas del mejor aceite. El aceite de la alegría, el aceite de la fraternidad. Y cuidar la luz de la lámpara, porque cuidar la luz de la lámpara, que es cuidar la vida propia, es también como dije antes, cuidar la vida de los demás.


Y un detalle del Evangelio: cuando las cinco jóvenes prudentes están ya entrando, las necias les dicen si les pueden dar de su aceite, le piden prestado el aceite y no se lo dan. Y uno podría decir “eso no está bien, son egoístas”... pero es que el Evangelio tiene una enseñanza para nosotros. Y la enseñanza es que no se puede encender mi vida con alegría prestada. No se puede encender mi vida con una fe prestada. No se puede vivir con esperanza prestada, tiene que surgir desde adentro. Y para eso tengo que fijarme en ese propio aceite. No puedo vivir de fe, de alegría, de fraternidad o de esperanza prestada y de otros.


Y me parece que no solamente tenemos que preparar el aceite, como dije, para este tiempo tan difícil de la pandemia, para sumarnos al grupo de las jóvenes prudentes que cuidan la vida, sino también tenemos que ir preparando el aceite para la luz de nuestras lámparas para cuando termine la pandemia. El Papa Francisco dice: “no salimos iguales de esta crisis de la pandemia. Podemos mejorar o empeorar, pero nunca iguales”. Y en “Fratelli Tutti”, en el número 35: “ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y que nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado.”


Preparar, entonces, con el mejor aceite nuestras lámparas para el tiempo que se viene después de la pandemia y prepararnos también para el encuentro definitivo con Dios. Celebramos estos días, el 2 de noviembre, el día de los Difuntos. Nos vamos a encontrar con Dios en algún momento, cara a cara. A San Luis Gonzaga, una vez un compañero mientras jugaban, dicen, con una pelota contra una pared, le dijo “¿qué pasaría en tu vida si te morís y te avisan que te vas a morir ahora pronto?” y San Luis Gonzaga siguió pateando la pelota y dijo “seguiría jugando”. Evidentemente su lámpara estaba preparada, tenía buen aceite y por lo tanto, estaba dispuesto al encuentro con el Señor.


Les propongo entonces que podamos pensar todos: ¿cómo está la lámpara de mi vida? ¿Qué aceite tiene? ¿Hay luz en mi vida si hoy llegase a escuchar las palabras del Evangelio “viene el esposo, salgan a su encuentro”?


Que ojalá podamos, realmente, estar preparados con el mejor aceite para este tiempo de pandemia. Estar preparados con el mejor aceite para el tiempo que se viene después. Estar preparados en todo momento con el mejor aceite para el encuentro con el Señor. Y no dudemos (de) que el mejor aceite está dentro de nosotros.


Termino con una anécdota. En las parroquias en las que yo estuve de párroco durante mis 20 años de párroco en La Caba y en la Parroquia Santa Clara, tuvimos orquesta con los adolescentes y jóvenes del barrio. Y recuerdo siempre al director de la orquesta que en la primera clase les presentaba todos los instrumentos: violas, violonchelos, contrabajos... y les decía “¿qué es esto?” y les mostraba, por ejemplo, un violonchelo. Y los chicos empezaban a decir “es un violín”. Otros decían “es un contrabajo” y él los dejaba opinar. Y después les decía “perdieron todos. Esto es una caja y este taller de orquesta va a tratar de significar lo siguiente: que ustedes a esta caja le pongan música. La música que está adentro de cada uno de ustedes. Yo los voy a ayudar a que esa música que está dentro de ustedes la saquen y la pongan en esta caja y entonces, ahí sí, este instrumento será un violonchelo”.


Adentro nuestro está la mejor música. Adentro nuestro está el mejor aceite. Dejémoslo que encienda nuestra vida. Es el regalo que Dios nos ha hecho. Pidámosle a Dios que no se apague nuestra lámpara. Seamos verdaderamente prudentes y que María, Virgen de la Esperanza, nos regale el mejor aceite, el aceite de su Hijo.


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LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA

Francisco, Encíclica “Fratelli Tutti” (Hermanos todos). Capítulo 5, la mejor política.


 
 

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