Lecturas de la Misa
Samuel 7, 4-5. 12-14. 16
Salmo 88
Romanos 4, 13. 16-18. 22
Mateo 1, 16. 18-21. 24
HOMILÍA
En el Evangelio que acabamos de proclamar, tenemos que pensar en esta familia de María, de José, del Niño, que junto con el resto de sus parientes, que seguramente, con la familia grande de su padre, de su pueblo, iban a Jerusalén.
Jerusalén era una ciudad muy grande donde era fácil perderse. Ellos estaban acostumbrados a las pequeñas aldeas. Jesús había nacido en Belén, habían estado en Nazaret, pero pensarlo a Jesús, un niño de doce años, en una ciudad tan grande como Jerusalén, podía ser ocasión de que se pierda. Y así fue. Cuando estaban regresando en la caravana desde Jerusalén a su lugar de origen, descubren que Jesús no acompaña esa caravana, que Jesús se perdió.
Y entonces, hoy en esta Solemnidad de San José, creo que aparecen algunas actitudes de José en relación a este Jesús que se pierde, que me parece que es bueno que podamos contar juntos.
La primera, José padre. José hoy, padre de Jesús, le pasa lo que le pasa a muchos papás con sus hijos adolescentes. El hijo adolescente no le avisó que se iba a quedar en el Templo. El hijo adolescente “se cortó solo”. Quizás Jesús, igual que los adolescentes, se sintió grande y entonces creyó que no era necesario decirles a José y a María que él se iba a quedar. Pero en José vemos un verdadero padre, no vemos un patrón. No vemos un mandón, no vemos un dueño del hijo. Y tampoco vemos un padre ausente. Vemos un padre presente, que se preocupa por su hijo. Y por eso no se va a resignar de haberlo perdido en una ciudad tan grande como Jerusalén en donde no hay celular, ni había mensajes de texto como para tratar de comunicarse.
Para él, como padre, había una responsabilidad. La responsabilidad era: ni como jefe ni como padre ausente, pero sí salir a buscar a mi hijo. Y es lo que hace.
Por eso creo que se hace cargo responsablemente y por eso, aunque a veces como a José tampoco se lo entiende o entendemos a los hijos, creo que hay que hacerse cargo, responsablemente, de sus procesos. Es lo que hace José. José como patrón, como mandón, no lo sacude a Jesús cuando lo encuentra. Tampoco dice “bueno, que haga lo que quiera”. Es padre responsable. Se hace cargo y seguramente acompañará la vida de su hijo aunque le cueste y aunque se llene de interrogantes, por la respuesta que Jesús le dio en el Templo.
La segunda característica: creo que José hoy se presenta como el buscador incansable. Ese día que estaban en la caravana, buscando a ver dónde estaba el hijo, y no se resignaron, como dije antes. Siguió buscando. Buscó él, buscó María. Habrán preguntado a todos si lo vieron a Jesús. Habrán vuelto a Jerusalén. Habrán vuelto a cruzar las murallas de las puertas de Jerusalén y habrán estado mirando para todos lados, tratando de encontrar a su hijo. Buscar incansablemente. Ese es José también. El buscador incansable.
Aquí pedir, pienso hoy, por aquellos que hace rato están buscando justicia, por aquellos que se levantan cada mañana con la esperanza de encontrar un trabajo, entonces salen a buscar el pan de cada día. Aquellos que siguen soñando con un mundo distinto y entonces siguen buscando caminos de paz para poder construir un mundo más justo. Aquellos que siguen luchando y no bajan los brazos, y buscan paz, buscan justicia, buscan dignidad, buscan educación de calidad para sus hijos. Cuántos buscadores conocemos en la vida que siguen adelante a pesar de todo.
La tercera idea o característica: San José, pensaba yo, el varón respetuoso. San José no le echa en seguida la culpa a María y le dice “ese hijo tuyo, mirá lo que hizo. Como siempre, vos lo dejaste y seguramente por eso se escapó. Es culpa tuya que le das permiso y entonces se quedó solo”. No es momento de reproches. No es momento de tirarse al hijo como si fuera de uno o del otro. José es un varón respetuoso. Comparte la paternidad respetuosa con la Virgen María y entonces, con respeto, con dialogo, con encuentro entre ellos, saben que el objetivo en común es encontrar a Jesús.
En tiempos de femicidios, en tiempos de tanta violencia familiar, en tiempos de tanta degradación de la mujer, hoy se nos presenta José como el varón respetuoso. El que está viviendo un momento de mucha tensión, mucho nerviosismo. Se perdió su único hijo, pero no le reprocha a su esposa. No le pega para sacarse de encima la bronca que tiene porque no encuentra a su hijo. No la agarra un ataque de nervios con ella por la pérdida de Jesús. Al contrario, me los imagino tomados de la mano, preguntándoles a todos “¿dónde está Jesús?”. El varón respetuoso, José.
Y lo último, hacia el final del Evangelio, cuando por fin encuentran al Niño y vuelven a Nazaret, dice que Jesús se quedó con ellos, vivió con ellos. Siguió creciendo con María y con José. Y entre las cosas que habrá aprendido de José, habrá sido el oficio de carpintero. Por eso, pensaba en José el trabajador. Que le enseñó lo que es la cultura del trabajo al hijo desde pequeño. Que le enseñó a su hijo lo que es la cultura del esfuerzo. Y como dicen algunos documentos de la Iglesia, el trabajo es el fundamento sobre el que se basa toda familia. Y la educación y el trabajo se complementan para ser, los dos, fundamentos de la familia.
Cuántas crisis que vivimos hoy en nuestras familias no tendrán que ver, en realidad, con que los fundamentos, con que los cimientos, están muy mal. Vivimos en un país donde falta trabajo, donde el trabajo es indigno, donde el trabajo es esclavo, donde el trabajo es en negro. Vivimos en un país donde todavía discutimos sobre la educación presencial, donde muchas veces los más pobres no acceden a una educación de calidad. Y si verdaderamente, trabajo y educación son los pilares de una familia, por eso será que a veces nuestras familias parecen derrumbarse.
José el trabajador. José el educador de su hijo. Que él nos enseñe y nos ayude a todos a que podamos valorar una vez más, lo que es el trabajo como ordenador social. Valorar una vez más lo que es la educación como única herramienta para salir verdaderamente de la pobreza y la miseria.
José el padre. Que él nos enseñe a ser padres respetuosos, que no se apropien de la vida de sus hijos, que no son mandones, pero tampoco son ausentes.
José el buscador incansable. Que nos ayude a no bajar los brazos, a seguir buscando justicia, a seguir buscando dignidad.
José el varón respetuoso. Que no denigra a su esposa. Que no descarga sus nervios y angustias golpeándola, sino que la respeta. La respeta y se siente parte del mismo equipo para salir a enfrentar la dificultad de haber perdido a su hijo.
José el trabajador, José el educador. El que transmitió la cultura del esfuerzo, del trabajo y de la educación al pequeño Jesús.
Que San José interceda por nosotros.
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LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA
Francisco. Carta “Patris Corde” (Con corazón de padre).
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