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2021-04-18 | Homilía del 3º Domingo de Pascua

LECTURAS DE LA MISA

Hechos de los Apóstoles 3, 13-19

Salmo 4

1 Juan 2,1-5

Evangelio según san Lucas 24, 35-48


HOMILÍA

En la escena del Evangelio que acabamos de proclamar, nuevamente se presenta Jesús resucitado a sus discípulos y nuevamente se presenta el Cristo de las cicatrices. El Señor se presenta enseguida y les dice: "miren mis manos y mis pies". Y cuando miramos las manos y los pies del Señor, esas marcas de las que hemos hablado el domingo pasado, sabemos que es la mayor prenda de amor por nosotros. Es ese Dios herido de amor por nosotros, que como testimonio de qué triunfó sobre la muerte definitivamente en la resurrección, nos muestra sus marcas. Y a hace tres preguntas. La primera de las preguntas es: "¿por qué están asustados?". Según las traducciones, algunas dicen "¿por qué están turbados?". La segunda pregunta es: "¿por qué tienen esas dudas en el corazón?". Y la tercera pregunta: "¿tienen algo para comer?".


Yo creo que hoy, Jesús resucitado, también con sus marcas, ese Cristo de las cicatrices, también se quiere hacer presente en tu vida. Entonces, creo que es lindo poder pensar que es el mismo Señor el que nos hace a nosotros estas preguntas.


La primera: ¿por qué estás asustado? Y cuántas cosas que nos asustan en este tiempo de pandemia. Cuántas cosas que nos asustan en esta segunda ola. Cuántas cosas que nos dan miedo, verdaderamente. Y Jesús resucitado les dice siempre a los discípulos: "no tengan miedo". Como que el Señor sabe cómo el miedo, el susto, nos paralizan. Por eso sería lindo que escuchemos la voz de Jesús resucitado: "¿por qué estás asustado?". Y que podamos contarle en la oración al Señor, qué es lo que nos pasa. Qué es lo que siente el corazón en este tiempo difícil.


La segunda pregunta es: ¿por qué tienen dudas en el corazón? Parece que Jesús quiere que tengamos la certeza de que está vivo. Jesús quiere que tengamos la seguridad de que venció a la muerte, para siempre, en la cruz. Y entonces les pregunta los discípulos: "¿por qué tienen dudas en el corazón?". Entonces le propongo que también podamos, en la oración, contarle al Señor cuáles son nuestras dudas, cuáles son nuestros interrogantes, contarle al Señor que nos cuesta vivir como resucitados y ser testigos de la vida y de la alegría en contexto de pandemia. Pero que se dé el diálogo con este amigo. Con este amigo que me mostró sus cicatrices. Con este amigo que pasó por las mismas situaciones de dolor por las que pasamos nosotros. Qué se dé todo esto en la oración.


Y la tercera pregunta dice: ¿tienen algo para comer? Qué lindo sería abrirle el corazón al Señor y prepararle la mesa. Prepararle la mesa de nuestro corazón. Poderle preparar la mesa de nuestra familia. El Señor viene y quiere comer con vos, quiere comer con tu familia. El Señor viene y no importa lo que van a terminar compartiendo, lo que Él quiere es sentarse a tu mesa. Dejalo sentarse a tu mesa al Señor. Abrile la mesa de tu corazón, la mesa de tu familia. Y que podamos compartir con Él, entonces, nuestros miedos, nuestros sustos, nuestras dudas.


Lo que el Señor quiere es mostrarse como lo que es: el Señor resucitado. No es un fantasma. No es un espíritu. No es un alma en pena. Es el Cristo de las cicatrices. Qué tiene un cuerpo glorificado, pero Él insiste con que no es un fantasma. Entonces después termina diciéndoles a los discípulos que ellos son testigos de todo esto. Es decir, desde Jerusalén y hacia el mundo, se debe anunciar que Jesús resucitó. Y se debe anunciar este Dios de la vida.


Entonces, con esta segunda parte del Evangelio, en la cual Jesús no solamente quiere encontrarse con los discípulos, sino que después quiere que compartan esa alegría con el mundo. Quisiera que nosotros nos pudiésemos preguntar, ¿somos testigos del resucitado? ¿A qué Cristo predicamos? ¿De qué Jesús hablamos en la catequesis? ¿De qué Jesús hablamos en nuestras prédicas? ¿De qué Jesús hablamos en nuestros encuentros, en la vida cotidiana? ¿A qué Jesús estamos anunciando? Porque me parece que la lectura de hoy nos muestra que tenemos que anunciar a un Cristo que está vivo. Y entonces nuestro testimonio tiene que ser necesariamente un testimonio alegre, más allá de los problemas. Tenemos que anunciar al Cristo de las cicatrices, es decir, al Cristo que conoce las heridas de la humanidad, no a un fantasma. No a un Dios que desde una nube nos condena, nos señala con el dedo, que nos mira y parece que nos está tomando examen. Tenemos que anunciar a un Cristo cercano. A un Cristo que camina con nosotros. A un Cristo que cargan nuestras cruces. A un Cristo que venció a la muerte. Y eso lo tenía muy claro Pedro en la primera lectura. Cuando en esa lectura del libro de los Hechos, Pedro en el versículo 15, transmite la idea central: "les anunció a un Cristo Vivo, les anuncio a un Cristo resucitado".


A veces nos vamos explicando doctrinas, bajando distintas ideas y nos vamos hablando por distintos lados cuando en realidad tenemos que concentrarnos. Y tenemos que concentrarnos en la idea principal para transmitir en la catequesis, en los encuentros, en las misas: Cristo resucitó. Creemos en un Cristo Vivo que no nos viene a condenar.


También me gusta de esa prédica de Pedro de la primera lectura, cuando en el versículo 17 dice: " ustedes actuaron por ignorancia". Le habla a los que mataron a Jesús. Y no los condena. No los juzga. No está reprendiendo a la gente por lo que hizo. Les dice "ustedes actuaron por ignorancia". De algún modo, como que los disculpa.


A veces, cuando lo presentamos a Jesús, no dejamos de hacerlo como un juez, no dejamos de hacerlo como alguien que viene a darnos una sentencia condenatoria.


Por eso, creo que hoy, unida a este Jesús resucitado que se nos muestra con su cuerpo glorificado, que no se nos muestra como un fantasma, que se nos muestra cercano y que nos dice "¿cuáles son tus miedos? ¿Por qué tenés esas dudas en el corazón? Quiero comer con vos en la mesa de tu corazón y tu familia". Tendríamos que pensar a qué Cristo predicamos, de qué Cristo hablamos, a qué Cristo anunciamos nosotros que queremos ser testigos del resucitado. ¿Transmitimos al Señor de la vida, al Señor cercano, al Señor que sabe lo que nos pasa, al Señor que aún nos perdona todas las macanas que podamos haber hecho? ¿ o transmitimos al juez, al de las sentencias, al que nos baja doctrina?


En este tiempo, he podido escuchar muchas reconciliaciones y charlas con gente en este tiempo es Semana Santa. Cuánta gente angustiada por la pandemia pero también angustiada por los mensajes que recibe por las redes sociales o por algún canal de YouTube, donde se presenta un Jesús que se mete con todos los temas, con los temas morales, que condena, que genera culpa, que genera miedo. Cuánta gente más angustiada que los demás porque no solamente tienen el peso de la pandemia sino que, encima, cargan todo esto que supuestamente es en nombre de Dios. Cuánto daño podemos hacer. Tengamos cuidado, por favor. Cuidar qué cosas seguimos de las redes sociales, qué mensajes, qué Jesús estamos recibiendo. Qué imagen del Señor. Si no es el Señor resucitado, el que nos transmite alegría, el que comprende tus heridas porque te muestra las propias, es que sabe que no todos vivimos como queremos sino como podemos, el Señor que te ofrece su perdón y su misericordia, el Señor que quiere entrar a tu corazón cómo está y quiere comer con vos , ¡ojo! porque cualquier otra cosa no es del Evangelio, no es el Señor de la vida.


Creo que tenemos, entonces, que revisar a qué Cristo predicamos, pero también qué Cristo estamos recibiendo a través de las redes y en YouTube. No todo es Palabra de Dios, no todo es palabra santa. Y cuando se nos genera, por los mensajes que recibimos, angustia tristeza o miedo, eso no es de Dios.


Termino. Me imagino qué a los discípulos les debe haber generado, todo el encuentro con Jesús, un montón de emociones. A tal punto que dice que les costaba creer. Que ojalá nos pase a nosotros: Que podamos estar desbordados de emociones. Desbordados de alegría porque sabemos que Jesús no es un fantasma. Sabemos que el Señor camina nuestro lado. Y sabemos que, más allá de las dificultades, nos comprende. ¿Por qué? porque pasó por lo mismo que nosotros. Es el Señor resucitado, el Señor de las cicatrices.


LECTURA RECOMENDADA

Francisco. Mensaje de Pascua y bendición “Urbi et orbi”. Domingo 4 de abril de 2021.


 
 

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