Lecturas de la Misa
Apocalipsis 11, 19; 12, 1-6. 10
Salmo 44
1ª. Corintios 15, 20-27
Lucas 1, 39-56
HOMILÍA
Como decíamos al comienzo de la misa, celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos y, celebrar esta solemnidad es ver el horizonte, es de alguna manera ver hacia dónde vamos, es como avanzar cuando uno está leyendo un libro, avanzar con varias páginas para saber cómo termina, ir hacia el capítulo final, sí tuviésemos mirando una película sería adelantar la película porque queremos saber cómo termina.
De algún modo está solemnidad nos lleva hacia el horizonte, nos lleva hacia el final para saber cómo termina este peregrinar de la vida, por eso decía monseñor Romero, este obispo salvadoreño: “María, estrella de esperanza cierta para el pueblo que todavía peregrina en la tierra”.
Nosotros que vamos peregrinando miramos esta estrella, María, que entra en persona, en cuerpo y alma a los cielos y por eso como decía, es como mirar el final, cómo mirar el horizonte como saber hacia dónde vamos, porque esta solemnidad de la Asunción de la Virgen es, ni más ni menos que, saber y celebrar que María con toda su persona está con Dios y, que si está con Dios en esa casa grande del cielo -que el evangelio de Juan dice que tiene muchas habitaciones donde hay lugar para todos-, como madre nos espera, como madre que espera a sus hijos cuando se van a bailar, como madre que espera sus hijos cuando se van a la escuela, como madre que espera a sus hijos que vuelvan, mirando la hora preocupada, de alguna manera, también ella está la puerta de esta casa grande del cielo esperándonos.
Por eso el pueblo, desde hace muchos años, también la invoca a la Virgen María diciéndole Puerta del Cielo: María, Puerta del Cielo, porque allí en la Puerta del Cielo dónde nos espera y por eso también todos nosotros rezamos el Avemaría y así al final decimos: “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Quizá de chiquitos, sin darnos cuenta repitiendo esta oración, constantemente estuvimos siempre diciendo a la Virgen que a la hora de partir de esta vida sea Ella la que nos reciba en el cielo, sea Ella la que nos ayude a cruzar tomados de la mano de esta vida a la vida eterna, porque Ella nos espera, porque Ella es Puerta del Cielo, porque Ella con toda su persona está con Dios.
Un signo que representa a la Virgen María, sin lugar a dudas, es el rosario, el rosario al que el papa Juan XXIII decía que “es la Biblia de los pobres”; el rosario al que el papa Pablo VI dice que ´es el compendio o el resumen de todo el Evangelio´, porque aun los que no saben leer, o no saben mucho de la Biblia pasando las cuentas del Rosario hacen presente la vida de Jesús, hacen presente a la Virgen María.
En el rosario sentimos que María está cerca, por eso muchos lo llevan colgado, por eso muchos llevan el rosario en el bolsillo, por eso muchos toman al rosario fuerte con sus manos porque es esta idea de María, que está cerca, María que me toma de la mano.
En estos días, visite a una persona que está muy enferma, con una enfermedad terminal, apenas si pude conectar con ella, está casi inconsciente, muy débil. Le di un rosario, se lo puse en su mano y al oído le dije: te doy un rosario, la Virgen María te acompañe y te protege, e inmediatamente con la fuerza que le quedaban aprisionó fuerte el rosario y ahí sentí, que de alguna manera, se daban la mano, la Virgen y esta persona enferma, se daban la mano fuerte como cuando nuestra abuela, nuestra mamá nos decía: agarrate fuerte de la mano para cruzar, no cruces solo, vení y dame la mano.
En el rosario entonces, está un poco la mano de María y pensaba que quizá, muchos de nosotros podrían decir: bueno, yo no soy de rezar, o es una oración que me aburre, o es una oración que no me gusta. Más allá de que lo reces o no, creo que el rosario representa a nuestra mamá, la Virgen y creo que vivimos tiempos en los que es bueno agarrarse fuerte de Su mano y por eso te invito a buscar ese signo religioso, ese signo tan popular, ese signo tan de nuestra gente más sencilla, tomarlo fuerte será tomarme de la mano de María que tiene siempre tanto para enseñarnos.
Hoy el evangelio que leímos nos da algunas ideas de cuánto podemos aprender de nuestra mamá.
Lo primero, dice que María visita a Isabel, María embarazada, sin embargo, no se queda pensando en ella sola, piensa que hay alguien que la necesita, una prima, una mujer grande que será madre primeriza. Y entonces sale rápido a su ayuda. María, mujer solidaria, mujer comprometida con el que la necesita.
Otra cosa que podemos aprender de María: se alegra del encuentro, tienen un encuentro esas dos primas que lo celebran con muchísima alegría, las dos están tapadas de problemas: a María se la acusa de ser madre soltera, a Isabel siendo madre primeriza, siendo una mujer mayor, un embarazo de riesgo. Sin embargo las dos no se concentran en el problema, en la dificultad, sino que son capaces de tener una mirada esperanzada, una mirada positiva y más allá de todo, celebran con alegría el encuentro.
Y la tercera idea que podemos, hoy, aprender de María en el evangelio (es): cuando María canta el Magnificat, esa oración final que es como un himno. María de alguna manera muestra su alma, el Magnificat es espejo del alma de María y nos muestra una mujer humilde, nos muestra a una mujer luchadora, nos muestra una mujer comprometida, nos muestra una mujer de pueblo, nos muestra una mujer con esperanza.
El Papa Benedicto XVI cuando estuvo en Aparecida, en Brasil, en esa reunión importante de los obispos latinoamericanos de la que después surgió el Documento de Aparecida decía: “permanezcan en la escuela de María, permanezcan en la escuela de María”. Cuánto tenemos para aprender de la escuela de María, hoy. Esta mujer comprometida con los demás que sale a ayudar a su prima, cuánto tenemos para aprender de María esta mujer que no se queda en las dificultades y los problemas, sino que disfruta del encuentro con Isabel y se alegran más allá de lo que está pasando, cuanto tenemos para aprender de María que, en el Magnificat nos muestra a una mujer protagonista, luchadora, popular, cercana, humilde, esperanzada.
Voy terminando, quisiera leerles un pequeño texto del Documento de Puebla, documento que también escribieron los obispos en el año 1979. Puebla es en México y allí se decía: “La Asunción de María -que es la fiesta que celebramos hoy- es valorizar la integridad de la persona humana, en cuerpo y alma”. Esta verdad alumbra un continente donde la profanación del hombre, varón y mujer es una constante, donde muchos se reflejan en un pasivo fatalismo. De alguna manera la Asunción de María es revalorizar la dignidad de la mujer y, de algún modo esta fiesta también, es una denuncia en un continente en dónde muchas veces las mujeres son profanadas en su dignidad, con la víctimas de trata, con las mujeres golpeadas, con aquellas mujeres que son denigradas y ninguneadas, con aquellas mujeres que están solas, con aquellas mujeres enfermas y ancianas, con aquellas mujeres trabajadoras que están en negro y son casi esclavas, por las mujeres que están tristes. Valorizar a María que, en persona, en cuerpo y alma está en los cielos es, como decía el Documento de Puebla: “una luz que ilumina”, una luz que alumbra en un continente donde todavía somos terriblemente machistas, donde todavía es desgraciada y, desgraciadamente se repiten, muchísimas mujeres mueren a consecuencia de esa violencia, a veces, intrafamiliar.
Por eso creo que hoy, también tenemos que pedir por todas ellas, porque María, modelo de mujer luchadora y esperanzada con su Asunción, María anuncia la dignidad de la persona humana y denuncia la violación de todos los derechos humanos, especialmente en nuestra sociedad, el machismo, ese machismo que quizá sea el enorme dragón del que nos habla la primera lectura.
En la época del imperio romano el enorme dragón, cuando se escribió el Apocalipsis, eran los emperadores de esa época que perseguían a los cristianos. En esta fiesta hoy, 2021, de la Asunción de María, me animo a decir que ese enorme dragón es ese machismo, ese machismo que violentan a las mujeres, ese machismo que todavía tenemos en nuestra sociedad y que tenemos que extirpar definitivamente.
Un Obispo del siglo octavo, muchísimos años atrás, San Germán de Constantinopla decía: “cada cristiano suspira por entrar en la luz de la Santísima Trinidad donde tú María ya has entrado”.
Que la fiesta de hoy nos agrande el pecho y suspiremos fuerte, y tengamos ganas de encontrarnos con nuestra Madre, tomados de la mano bien fuerte, como aquella persona enferma que tomaba el rosario pero sabiendo que Ella, puerta del cielo, también nos espera y nos abrirá la casa grande donde nos volveremos a reencontrar, también con nuestros seres queridos difuntos.
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LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA
CELAM – Documento de Aparecida, 269-272. Sobre María.
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