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2021-09-26 | Homilía del 26º Domingo del Tiempo durante el año

Lecturas de la Misa

Números 11,16-17ª. 24-29

Salmo 18

Santiago 5, 1-6

Marcos 9, 38-43. 45. 47-48


HOMILÍA


La primera lectura que hoy leímos es del libro de los Números del Antiguo Testamento, es el capítulo 11. Es interesante ver el contexto de lo que leímos hoy. Ustedes recordaran que el pueblo judío salió de Egipto buscando la liberación, salió de Egipto queriendo llegar a la Tierra Prometida y en el camino estuvieron en el desierto durante 40 años y el caminar en el desierto trajo muchas dificultades para el pueblo.


Justamente hoy el libro de los Números nos relata que el pueblo tuvo dificultades, muchos problemas, muchas protestas y que empezaron a reclamarle a Moisés por un montón de cosas, empezaron a añorar y tener ganas de volver Egipto, aunque volviesen a ser esclavos.

En ese contexto difícil, Moisés intercede por el pueblo y entonces, Dios le dice que reúna a 70 ancianos, 70 ancianos que lo van a acompañar muy de cerca a Moisés. 70 ancianos con los que Moisés va a compartir el espíritu de profeta que él tiene. De alguna manera, en un momento tan difícil, se entiende que no puede tener toda la responsabilidad de conducir al pueblo Moisés solo y entonces, Dios le propone convocar en la Carpa del Encuentro 70 ancianos.


Pensaba, qué buena enseñanza para todos nosotros. En momentos difíciles, más que nunca compartir responsabilidades, en momentos críticos poder armar, más que nunca, equipos de trabajo y no pensar en momentos críticos que la salvación la tenemos que depositar en una sola persona, ni siquiera Moisés el elegido de Dios entiende que tiene que ser el único conductor del pueblo y mucho menos en momentos de dificultad.


El otro día, en una audiencia recibí al presidente de la Asociación Sanmartiniana y hablamos de la extraordinaria hazaña de San Martín al cruzar los Andes y me hizo notar que, San Martín pudo hacer esa extraordinaria hazaña porque, al mismo tiempo, había un Güemes que resistía la invasión realista desde el norte y que, al mismo tiempo, había un Belgrano que había posibilitado que no avanzaran más allá de Tucumán los realistas, habiendo el pasado por el éxodo jujeño. Había un Almirante Brown que había resistido la invasión desde las costas y me decía, cómo San Martín, Güemes, cómo Belgrano, el Almirante Brown entendieron que la independencia y la salvación de la Patria estaba en trabajar todos juntos. Ninguno de ellos hubiese logrado hacer nada si al mismo tiempo no hubiese coordinado el trabajo con los demás.


Vamos al Evangelio, el Libro del Pueblo de Dios es una de las ediciones más comunes del Evangelio nos dice, cuando va a relatar este párrafo y le pone como un subtítulo que es: “La intolerancia de los apóstoles”. La intolerancia es la falta de respeto o el rechazo a ideas, a creencias y a modo de vivir distintos.


Y venimos de evangelios en los que realmente los discípulos no pegan una. Los discípulos, si ustedes recuerdan, habían estado discutiendo por poder la semana pasada, mientras Jesús les contaba que iba a morir en la cruz y resucitar, ellos se pusieron a discutir cuál era de ellos el más importante.


De alguna manera los discípulos la vienen pifiando podríamos decir, y hoy Juan, uno de ellos, trata de impedirle a una persona que parece que no era del grupo que haga el bien. Había alguien que parece que había querido expulsar al demonio. Quizás el demonio de la angustia, el demonio de la tristeza, quizá había querido curar a alguien y Juan se enoja y dice no: “Jesús, le dije que no, trate de impedírselo porque él no es uno de los nuestros”.


La intolerancia de los apóstoles. No solamente la intolerancia, sino también pensaba yo en la envidia. Cuántas veces decimos en nuestras comunidades que hay envidia ¿y qué es la envidia? La envidia es entristecerse cuando al otro le va bien, en lugar de alegrarse porque este hombre estaba curando, este hombre estaba sanando, este hombre estaba ayudando a las personas que sufrían, Juan y los apóstoles se ponen tristes, tienen envidia, se ponen triste porque hay otro que hace el bien.


¿Cuántas veces tenemos esa profunda incapacidad de alegrarnos cuando al otro le va bien? Querían los apóstoles, me parece, tener el monopolio de la fe, la exclusividad como que ellos eran los únicos discípulos de Jesús y por lo tanto, los únicos que podían hacer el bien en nombre de Jesús, creían que eran ellos solos.


Si uno piensa la palabra monopolio, el monopolio es una situación del mercado, está ligada a un concepto económico, es una situación del mercado en la que hay un único vendedor de un producto que explota ese bien o ese servicio. Y uno dice pero eso es muy económico, ¿cómo puede ser el monopolio de la fe? Es cuando nos creemos nosotros los únicos que podemos administrar la fe, como que nosotros tenemos la verdad de Jesús y solamente Jesús es, a través nuestro. No hay otros y por eso entonces, a veces, tanta intolerancia con hermanos de otras religiones, tanta intolerancia o tanta envidia con gente que hace el bien y que quizá no tiene ninguna creencia en especial.


Que incapacidad tenemos no solo en la religión, también en la política, de poder valorar al otro, de poder ser tolerante y respetuoso porque también el otro puede hacer muchas cosas buenas. No tengo el monopolio, el proyecto político mejor, no tengo el monopolio de la fe cristiana, no soy el dueño de la verdad. ¡Cuánto nos falta todavía!


Juan tiene otra expresión horrible hoy. Pobre apóstol Juan cuando dice: “no le dejamos expulsar demonios porque no es uno de los nuestros”. Qué lenguaje feo, no es uno de los nuestros, como que están los nuestros y ellos, los que están conmigo y los que están en contra mío, los buenos y los malos. De alguna manera Juan está estableciendo una grieta: los nuestros y los otros.


Hoy celebramos también, el fin de semana de los migrantes y, justamente el lema del Papa Francisco en este fin de semana es: “Hacia un nosotros cada vez más grande”. No hay un nosotros y ellos. “Hacia un nosotros cada vez más grande”.


En la primera lectura el que rechaza a algunos que parece que recibieron el espíritu y no están en el grupo elegido es Josué. Josué es el intolerante.


En el evangelio de Juan pensaba que nosotros podíamos reconocernos, cuántas veces, como Juan o como Josué. Cuántos Juanes o cuantos Josué hay en nuestra sociedad argentina que se sienten los dueños, que creen tener la exclusividad y el monopolio de la verdad en cuestiones religiosas, en cuestiones políticas, en cuestiones económicas. Cuánto tenemos que cambiar para desterrar de nosotros los Juanes y los Josué que no aceptan a los distintos.


Y voy terminando, hacia el final del evangelio de hoy habla de que “si tu mano es ocasión de pecado, córtala. Si tu pies ocasión de pecado, córtalo. Si tu ojo es ocasión de pecado, arráncalo”. Estamos comenzando la primavera, creo que es un buen tiempo para que después de una poda podamos florecer, para que después una poda podamos verdaderamente crecer con fuerza y entonces quería tomar estas palabras de Jesús: “y si tu mano es ocasión de pecado”, es decir si tu mano tiene este dedito acusador cortémosla con el dedito acusador, cortemos con buscar siempre defectos en el otro, cortemos con andar marcando los defectos del otro, no hay un nosotros y ellos, somos hermanos.


“Si tu pie es ocasión de pecado córtalo”, ojalá podamos cortarla con eso de patearnos los tobillos para que el otro no pueda avanzar. Vivimos pateándonos los tobillos, vivimos de alguna manera trabándonos para que no podamos dar pasos para adelante.


“Si tu ojo es ocasión de pecado arráncalo”, ojalá podamos cortarla con la mirada condenatoria, cortarla con esa mirada chusma, esa mirada que es muy tuerta para descubrir los propios errores, pero es una mirada de lince para andar buscando defectos en el otro.


Que la primavera nos dé la posibilidad de podar y de crecer con fuerza. Termino con unas palabras de Moisés. Moisés al final, después que Josué le reprocha con su intolerancia de por qué el Espíritu Santo está en esas dos personas, Moisés tiene una frase muy sencilla que dice: “Ojalá todo el pueblo fuese profeta”.


Ojalá todos tengamos ganas de hacer el bien, los que somos cristianos los que son de otras religiones. Ojalá todos queramos hacer el bien, los que están en el partido oficialista y los que están en la oposición. Ojalá todos queramos hacer el bien y ser profetas de buenas noticias en nuestro país, los que viven en el interior y los que viven en Buenos Aires, los que viven y trabajan del campo y de los que viven y trabajan en las ciudades. Ojalá todos podamos hacer el bien y todos podamos ser profetas de buenas noticias, porque con Francisco queremos decir hoy que queremos ir “hacia un nosotros cada vez más grande”.



LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA

  • Papa Francisco. Mensaje para la Jornada del migrante y del refugiado, 2021: “Hacia un nosotros cada vez más grande”.

  • Lectura de la Carta de Santiago 5, 1-6.


 
 


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