Lecturas de la Misa
Sabiduría 7, 7-11
Salmo 89
Hebreos 4, 12-13
Marcos 10, 17-30
HOMILÍA
En la segunda lectura, en la carta a los Hebreos se nos dice: “la Palabra de Dios es viva y eficaz”, y de alguna manera vamos a intentar en esta reflexión, relacionar esa Palabra viva y eficaz con nuestra vida, para que nos sintamos por un lado iluminados por esta Palabra de Dios y por otro lado nos sintamos comprometidos a partir de la reflexión que podamos hacer juntos de esta palabra viva y eficaz, como nos dicen los hebreos.
Comienza el evangelio de hoy diciendo: “Jesús se puso en camino”. Una vez más nos muestra un Jesús callejero, no muestra a un Jesús que está cerca de la gente, no muestra un Jesús que va recorriendo poblado sin sacarse fotos, sin aparecer en la tapa de los diarios, sin hacer campaña política, sino sencillamente, nos muestra un Jesús que tiene empatía con el pueblo y que lo hace de manera cotidiana, no solo en algunos momentos.
Creo que aquí, una vez más, Jesús se nos presenta como un modelo a todos, a todos. Un Jesús cercano a la gente, un Jesús que recorre poblados, un Jesús que disfruta del encuentro silencioso y anónimo con muchas personas, con muchos poblados, con muchos hermanos.
Por otro lado, aparece el hombre del evangelio, el hombre del evangelio que dice que corre hacia Jesús y se arrodilla, parece tener ganas, parece tener entusiasmo, parece ser un hombre inquieto que, justamente porque Jesús está en medio del pueblo y Jesús va recorriendo poblados (este hombre), sale a su encuentro y corriendo se tira a sus pies. En la pregunta que le hace a Jesús, parece estar muy preocupado en la vida eterna, parece estar muy preocupado en la vida futura, podríamos decir que sueña con la vida eterna pero parece que se olvidó un poco de esta vida. Podríamos decir que es de estos soñadores que no tienen los pies en la tierra, es de estos soñadores, como nos dice el Papa Francisco en el mensaje que envió a la diócesis por los 60 años, que son como “soñadores globos en la estratosfera”, porque viven desatendidos de la realidad cotidiana. Quizá por eso, este hombre se preocupa tanto por la vida eterna sin preocuparse por lo que pasa a su lado.
Jesús inmediatamente lo aterriza, Jesús lo aterriza con su respuesta. La respuesta de Jesús es recordarles cuales son los mandamientos pero especialmente le recuerda cuales son los mandamientos en relación a los demás, le recuerda cuales son los mandamientos en relación al prójimo: no matarás, no robarás no perjudicarás a nadie. Como que Jesús le dice: ´vos querés entrar a la vida eterna, bueno comprometerte con tu realidad cotidiana, comprometete y sé bueno especialmente con tus hermanos, viví el amor al prójimo diariamente´.
A veces, nosotros también nos podemos estar como preocupando demasiado con el más allá, con la vida eterna, creyendo que cuanto más nos desatendemos, cuánto más espiritualistas somos en esta vida más cerca estamos del cielo y no, en todo caso seremos un globo en la estratosfera. Pero si queremos estar cerca del Reino de Dios, cerca del proyecto de Jesús tenemos que ser cristianos comprometidos. Tenemos que ser cristianos militantes de la vida. Cristianos que se involucran en la política, cristianos que se involucran en las cuestiones laborales, cristianos que se involucran en las cuestiones de la ciudadanía, cristianos que no desatienden a los hermanos que más sufren.
La respuesta del hombre frente a esto que dijo Jesús de que cumpla los mandamientos, dice él: “todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Y aquí me permito decir, el hombre éste empieza a mostrar la hilacha. Empieza a mostrar la hilacha porque se muestra satisfecho de sí mismo, como diciendo: yo ya vengo cumpliendo todo eh, no reconoce que aún le falta algo. Me hace acordar, cuando alguna gente se va a confesar y dice: “padre yo no hice nada malo”. Entonces, uno se pregunta para qué se viene a confesar. En realidad lo que le falta a este hombre parece que fuese la humildad de reconocer que no alcanza con cumplir, porque la palabra cumplimiento justamente junta cumplir y miento, quizás se quedó muy en lo exterior y por eso muestra la hilacha. Porque se cree satisfecho de sí mismo, sin embargo a pesar de esta debilidad que muestra, que es creer que con su propio mérito alcanza, Jesús lo mira con amor, Jesús mira a este hombre con amor, lo mira con su debilidad y con sus fortalezas, pero con amor.
Qué lindo pensar hoy cómo es que Jesús nos mira a nosotros. ¿Nos sentimos verdaderamente mirados con amor por el Señor? ¿Cómo es nuestra mirada ante nuestros propios límites? A veces somos muy duros con nosotros mismos y nos miramos de una manera muy cruel, nos juzgamos y nos condenamos. ¿Cómo es nuestra mirada sobre las debilidades de los demás?
En épocas de barbijo cuántas cosas decimos con la mirada. Ojalá nuestras miradas hacia nosotros mismos y hacia los demás, especialmente hacia las propias debilidades y la de los otros sea una mirada con amor, como la del Señor.
Y le dice Jesús: “solo te falta una cosa, ve vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, después ven y sígueme…” Parecería que Jesús lo que le está proponiendo es la pobreza, y en realidad lo que Jesús está proponiendo es el desprendimiento, es la generosidad, y le está proponiendo una verdadera riqueza porque le dice: “tendrás un tesoro en el cielo”. Jesús lo que le está prometiendo es: ´sé libre, sé generoso, sé solidario, sé feliz, hermano. Anímate a la aventura de seguirme´.
Recuerdo una frase de Mamerto Menapace en una tarjetita, cuando yo estaba por entrar al seminario (que) me regalaron. La frase dice: “Caminar hacia Dios es abandonar seguridades y arriesgarse a lo sorpresivo”. A eso lo invita Jesús a este hombre, lo invita abandonar seguridades y arriesgarse a lo sorpresivo. Le propone andar liviano de equipaje, le propone soltar. Nosotros también, a veces, andamos con equipaje demasiado cargados, a nosotros también hoy Jesús nos dice se libre hermano, sé feliz. A nosotros también nos propone ser generosos y ser comprometidos.
El hombre se entristeció y se fue apenado. En realidad, estaba muy lleno, estaba muy satisfecho de sí mismo, era miedoso y no sé animaba a un paso más, no sé animaba a este desprendimiento, no sé animaba a esta generosidad, no sé animaba a ser libre y a ser feliz. Nosotros también, a veces, ganados por el miedo, ganados por la cantidad de cosas que tenemos en la cabeza, en el corazón y también bienes materiales no nos animamos a la libertad y a la felicidad. En términos futbolísticos podríamos decir que este hombre del evangelio de hoy, es un pecho frío, no se anima a más, no se juega por un poco más. San Ignacio de Loyola hablaba del “magis”, el fuego que nos tiene que consumir por dentro, era el fervor que tiene que entusiasmarnos.
Este hombre no lo tuvo, fue un pecho frío y aunque cumplía los mandamientos no se animó a la aventura de seguirlo a Jesús, no se animó a la aventura de ser feliz más allá de sus riquezas. Ojalá no nos pase eso también a nosotros.
Quisiera terminar con un texto de esta reflexión que hace Francisco sobre el evangelio de hoy. Es de hace unos años y allí Francisco dice que tengamos cuidado, que no nos pase lo de este hombre, que vivamos apegados a las riquezas, porque vivir apegados a las riquezas es el comienzo de todo tipo de corrupción. Porque dice Francisco que los que viven apegados al poder, a sus riquezas se creen en el paraíso pero en realidad están encerrados y allí comienza el nudo de la corrupción.
Que ojalá seamos cristianos verdaderamente libres, cristianos que le damos la dimensión que tiene y nada más, a la riqueza, al poder. Que podamos verdaderamente animarnos a la aventura de seguir a Jesús y que estemos alertas como sociedad, de no acumular, de que no nos pase lo de este hombre que no se animó a más y como no se animaba a más se quedó apenado, triste y solo.
Recuerdo entonces, una vez más, la frase de Mamerto Menapace: “Caminar hacia Dios es abandonar seguridades y arriesgarse a lo sorpresivo”. No seamos pechos fríos. Vamos por más en el seguimiento de Jesús.
LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA
Papa Francisco. Homilía del 25 de mayo de 2015, en la Capilla de Santa Marta, Vaticano.
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