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2021-10-17 | Homilía del 29º Domingo del Tiempo durante el año

Lecturas de la Misa

Isaías 53, 10-11

Salmo 32

Hebreos 4, 14-16

Marcos 10, 35-45


HOMILÍA


Comienza el evangelio de hoy diciendo que Santiago y Juan fueron a pedirle a Jesús sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda. Con un lenguaje más nuestro, podríamos decir que Santiago y Juan se quieren acomodar, Santiago y Juan quieren los primeros lugares, Santiago y Juan quieren la selfie con Jesús, y entonces, son capaces de esta manera casi descarada, de pedírselo a Jesús. Le piden a Jesús acomodarse incluso con riesgo de amar lío y armar una discusión porque los otros 10 están escuchando.


Lo primero que responde Jesús es: “no saben lo que piden”, en realidad esto refleja la diferencia abismal que hay entre lo que sienten discípulos, lo que quieren los discípulos, lo que piensan los discípulos y el proyecto de Jesús. El proyecto de Jesús va por otro lado, a los discípulos les interesan los cargos, a los discípulos les interesan los primeros lugares, a los discípulos les interesa acomodarse. El planteo de Jesús va por el lado del servicio y por eso el Señor dirá: “no saben lo que piden”.


El evangelio continúa diciendo que los 10 restantes se indignan, se enojan. En realidad se indican y se enojan porque ellos querían lo mismo, ellos también querían los mismos lugares, ellos también querían los primeros puestos, de alguna manera la ambición está dividiendo a esa comunidad de discípulos. No es algo que viene de afuera lo que atenta contra la comunidad de los seguidores de Jesús, es algo que viene de adentro, que viene del propio corazón, la ambición.


Pensaba en nosotros, en este contexto preelectoral en el que estamos. Cuántas veces buscamos sólo responsables afuera de lo que nos pasa como país, y muchas veces creo que deberíamos buscar en lo más interior del corazón, de cada argentino, de cada habitante, de cada ciudadano, porque allí es donde a veces anida el egoísmo, allí donde a veces anida la ambición, allí donde a veces anida la corrupción y somos nosotros mismos los que atentamos contra nuestro futuro como nación.


Les aclara Jesús que el lugar donde se quieren sentar Santiago y Juan, a la derecha o a la izquierda, dice, esos lugares ya están reservados y nosotros que conocemos el final de la historia sabemos quiénes fueron los que estuvieron al costado, a la derecha y a la izquierda de Jesús en el momento de la cruz. No fueron ni sacerdotes, ni obispos, ni catequistas, ni liturgos, fueron dos ladrones. Dos ladrones, dos hombres marginados, dos malvivientes. Uno de ellos dice la leyenda, tan buen ladrón, que aún desde la cruz le robó el corazón a Jesús, le robó a Jesús el perdón, dicho entre comillas por supuesto, y Jesús le dirá: “te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. Parecería que aquellos que quieren ocupar los primeros lugares humanamente hablando, no los ocuparán, porque justamente si hay algo que a Dios le gusta es trastocar las cosas, si a Dios hay algo que le gusta es dar vuelta todo y entonces, cuando algunos quieren los primeros lugares terminan ocupando los primeros lugares los últimos, los más sencillos, los más discriminados, los más dejados de lado. En la cruz de Jesús dos malvivientes.


Continúa Jesús tratando de aclararles a estos discípulos un poco estas ideas, y les dice: “el que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes, el que quiera ser primero que se haga servidor de todos”. ¿Qué significara esto de estar al servicio? El servicio, tenemos que aclarar que no es la sumisión, no es permitir que te pisoteen la dignidad, eso no es servicio. El servicio no es vivir arrastrado, el servicio no es estar esclavizado, el servicio no es andar mendigando migajas que en realidad te corresponden por justicia y por derecho.


El Papa Francisco con algunas expresiones puede ayudarnos a ver de qué se trata el servicio. Dice Francisco, y lo dijo en su primera homilía como Papa, allá por marzo del 2013: el verdadero poder es el servicio que bien nos viene a todos, lo dijo Francisco ya hace más de 8 años el verdadero poder es el servicio. Nos sigue diciendo Francisco más adelante: “si un discípulo no camina para servir, no sirve para caminar”. Nosotros discípulos del Señor tenemos que ser servidores en camino, porque si no servimos, dice el Papa, tampoco serviremos para caminar, es decir no podremos ser peregrinos de la vida.


Servir, nos dice también el Papa, no es servirse de la iglesia. Cuántas veces la jerarquía o algunos laicos, cuántas veces todos nos podemos servir de la Iglesia, tampoco servirse del Estado para fines electoralistas. Servir es ayudarnos los unos a los otros. Le dice el Papa a una comunidad de presos cuando le fue a lavar los pies un Jueves Santo.


El camino del servicio, también dice Francisco, es el mejor antídoto contra la enfermedad de la búsqueda de los primeros puestos, es el mejor antídoto, podríamos decir la mejor vacuna el servicio contra la enfermedad de la búsqueda de los primeros puestos que parece que la tenían los discípulos de Jesús y a veces también la tenemos nosotros, el servicio.


Y hoy, día de la madre creo que tenemos que pensar en la figura de la madre como realmente, una figura de profundo servicio. Cuántas madres, cuántos testimonios de madres tenemos, al servicio de los hijos y como nos dice la primera lectura de hoy a causa de tanta fatigas verás la luz. Cuántas fatigas de tantas madres que entregan, entregaron, entregarán tanto por sus hijos.


Pensaba entonces sacándonos esa mirada sexista de creer que, madre es solamente una mujer, por qué no pensar a Dios como madre. Ya lo decía Juan Pablo I cuando en una audiencia de septiembre de 1978, decía: “Dios es madre porque perdona siempre, Dios es madre porque nos da vida, Dios es madre porque no quiere nuestro mal sino que al contrario, nos quiere hacer bien a todos.” Porque no pensar también a nuestra Iglesia, nuestras comunidades parroquiales como madres, madres que reciben a todos, madres que no discriminan, madres que sirve a los más pobres, la madre da a luz.


Qué lindo que nuestras comunidades puedan ser luz para tantos hermanos que están hundidos en la oscuridad de la soledad, en la unidad de la depresión, en la oscuridad de la angustia de la falta de trabajo. También nuestras comunidades alimentan con los sacramentos, así como la madre alimenta con la leche materna. Nosotros, como Iglesia, por qué no pensar una y mil veces cómo podemos alimentar a nuestro pueblo con los sacramentos, por supuesto, pero también con la mesa que acompaña a los más pobres, especialmente los que están solos, a los que la pandemia golpeó duro por la falta de trabajo, y entonces se acercan a los comedores.


Y por qué no pensar en cada uno de nosotros como madre, en cada uno de nosotros saliendo como dije de un reductivismo sexista, sino pensándonos todos como madre, que queremos estar al servicio de los demás, todos como madre. Qué es propio de las madres? amar especialmente a sus hijos más frágiles. Cada uno de nosotros como madre tratando de generar vida, cada uno de nosotros como madre acompañando a los enfermos como lo hace cualquier mamá en el lecho de un hijo que está enfermo, todos nosotros como madre. Una sociedad que sea madre, que sea luz, que genere siempre mejor vida, una vida con dignidad, una vida buena para todos.


Que el evangelio de hoy nos ilumine a todos, a la Iglesia, a los referentes de cada comunidad, a nuestra clase dirigente, a todos. Que recordemos lo del Papa de hoy: “el verdadero poder es el servicio”, y que hoy también, iluminados por tantos testimonios de madres al servicio, podamos cada comunidad y cada uno de nosotros ser madres, que en definitiva, es pensar más en el bien del otro que en el propio. En definitiva es entregar la vida, todos los días sencillamente, para que los demás estén bien, para que nuestros hermanos, nuestros hijos tengan una vida mejor.


Homenajeando a todas las personas que han sido nuestras madres, y a quienes hoy hacen de madre, quisiera terminar con una poesía de Miguel Unamuno, un poeta español: “Madre llévame a la cama”.


Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama, que no me tengo de pie. Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer.


No te vayas de mi lado, cántame el cantar aquel. Me lo cantaba mi madre; de mocita lo olvidé, cuando te apreté a mis pechos contigo lo recordé.


¿Qué dice el cantar, mi madre, qué dice el cantar aquel?

No dice, hijo mío, reza, reza palabras de miel; reza palabras de ensueño que nada dicen sin él.


¿Estás aquí madre mía

porque no te logró ver?

Estoy aquí con tu sueño,

duerme hijo mío con fe.



LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA

  • Juan Pablo I. Angelus del 10 de Septiembre, 1978. “Dios es Padre, Dios es Madre”

  • Miguel de Unamuno. Poesía: “Madre llévame a la cama”.

  • Papa Francisco. Homilía del Jueves Santo, 28 de marzo, 2013, en el Centro Penitenciario para menores, de Roma.

 
 

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