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2021-12-19 | Homilía del 4º Domingo del Tiempo de Adviento

Lecturas de la Misa

Miqueas 5, 1-4

Salmo 79

Hebreos 10, 5-10

Lucas 1, 39-45


HOMILÍA


El otro día leí en un texto que, la Virgen María donde está genera comunidad. Donde la Virgen María está genera encuentro; de hecho, en todas las escenas del Evangelio la Virgen siempre está rodeada de gente, siempre está con alguien más. Podríamos poner como excepción el relato de la anunciación, cuando el Ángel Gabriel le anuncia que será la madre del Salvador, pero aún allí está el Ángel Gabriel, ella no está sola. Pero después, en todos los demás relatos María siempre está haciendo comunidad.


María está con Isabel compartiendo la alegría de sus embarazos. María está en las bodas de Caná atenta a las necesidades de los novios. María está con otros al pie de la cruz, sosteniéndose en el dolor frente a la muerte de Jesús. María que genera comunidad. María que nos convoca al encuentro.


Hace unos días hemos experimentado lo que significó el encuentro de María con los peregrinos en muchas ciudades de nuestra diócesis, en muchas ciudades del país, en muchas ciudades del mundo. Peregrinos que se acercaban a la Madre, el 8 de Diciembre, peregrinos que se acercaron a la Madre el 12 de Diciembre (el domingo pasado), a la Virgen de Guadalupe. Qué lindo ese pueblo fiel, ese pueblo que se siente convocado por la Madre, porque como dije, ella genera comunidad.


El domingo pasado hemos hablado de la alegría, y es precisamente la Virgen la que trae la alegría, por eso, nuestra Iglesia la llama “María, causa de nuestra alegría”, y hoy Ella es la causa de la alegría de su prima Isabel. Dice Isabel: “apenas oí tu saludo el niño salto de alegría en mi vientre”. Qué lindo entonces, también hoy, que podamos pedirle con fuerza a María que nos traiga la alegría en esta Navidad. Ella no trae la mayor alegría, a Jesús, Ella nos trae a la alegría con mayúscula: el niño Dios. Pidámosle entonces que, así como genera encuentro y genera comunidad que, ojalá nuestras fiestas navideñas sean ocasión de encuentro en la familia, ocasión de encuentro con los amigos, sean ocasión de encuentro con los que nos quieren, con los que queremos y que, quizá, hace rato que no vemos. También sea María la que nos traiga, la portadora de la mayor alegría: el niño Jesús. Le pedimos estas dos cosas especialmente a nuestra Madre en estos días previos a la Navidad, que haga también de nosotros un lugar de encuentro para estas fiestas navideñas, con familia, con amigos, encuentros sanos, encuentro de hermanos, y también que nos traiga la mayor alegría: a Jesucristo, el niño Dios.


En el evangelio de hoy las protagonistas son dos mujeres, María e Isabel. La historia dice que son dos primas, dos mujeres del pueblo, las dos están viviendo momentos muy difíciles, por un lado María acusada de madre soltera o por lo menos sospechada de madre soltera al ser la madre del Salvador por obra y gracia del Espíritu Santo; por otro lado Isabel, la que era señalada como mujer maldita, porque en aquella época si una mujer era estéril se consideraba que había sido maldecida por Dios, pero ahora está embarazada pero es una mujer mayor, primeriza, con condiciones sanitarias seguramente muy pobres. La madre soltera sospechada de madre soltera, la mujer adulta que será madre por primera vez. Las dos viven dificultad, sin embargo, el encuentro provoca alegría, no se quedan mirando la parte vacía del vaso sino que al contrario, se quedan con la parte llena, se quedan con la alegría de encontrarse, se quedan con la alegría de llevar vida en su seno. Saben que hay problemas, saben que la cosa no va a ser fácil pero no se obsesionan con lo que falta, no se obsesionan con el problema, la dificultad, sino que podríamos decir que, son mujeres de esperanza.


Por eso, entonces aquí, recuerdo palabras del Papa Francisco cuando hace unos años dijo: “la esperanza en América Latina tiene rostro femenino”. Creo que Isabel y María hoy se nos muestran como mujeres de esperanza, sencillas, mujeres del pueblo, mujeres con muchos problemas, pero mujeres de esperanza y así, dice el Papa, que tiene que ser la esperanza en América Latina, con este rostro femenino, que podría encontrar en estas dos mujeres un modelo.


Hace unos días finalizó la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, ese encuentro de más o menos 1000 asambleístas, algunos estaban de manera presencial justamente a los pies de la Virgen de Guadalupe en México y otros participamos como representantes de manera virtual, vía Zoom. Un encuentro muy interesante, de mucho debate, de mucha escucha, fue realmente una experiencia de sínodo. Pudimos caminar juntos como Iglesia latinoamericana, con todos los aportes que ya venían haciendo un montón, incluso, seguramente alguno de ustedes, a través de las redes sociales en lo que se llamaba el Proceso de Escucha. Escuchar todas las voces aún las voces que incomodan y luego de este debate, de estos encuentros que se hicieron de la Asamblea Eclesial, que fue la última semana de Noviembre salieron 12 desafíos, 12 desafíos finales, y uno de ellos también tiene esa impronta propia de las mujeres, esa impronta femenina y dice así: “impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, en las instancias de gobierno, de discernimiento y de decisión en la Iglesia.”


Creo que, entonces, en este tiempo de Iglesia sinodal tenemos que, también, repensar sobre el rol de la mujer en nuestra Iglesia. Creo que tenemos que concretar de alguna manera este desafío que nos plantea la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe. Y entonces me permitiría con ustedes leer algunos fragmentos del magisterio del Papa. Como digo siempre, al Papa Francisco se lo lee en todo el mundo y nosotros, en general, somos de leer algún título o de quedarnos con lo que dice un intérprete del intérprete del Papa y hemos reducido mucho y desconocido mucho su pensamiento.


Sobre el rol de la mujer en la Iglesia, el Papa Francisco ha tenido expresiones muy claras que valen la pena ser conocidas. En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que fue lo primero que el Papa Francisco escribió cuándo asumió como sumo pontífice, en los números 103 y 104, por ejemplo, nos dice: “la Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades propias de las mujeres que los varones no tienen”. “Reconozco con gusto, dice el Papa Francisco, que muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales”.


Más adelante, el Papa dice: “el sacerdocio reservado a los varones como signo de Cristo esposo que se entrega en la Eucaristía es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder”. Como que lo que nos da poder a los sacerdotes varones sea el ser sacerdotes y en realidad, el Papa dice: “el poder tiene que estar en otro lado, no en el Sacramento. El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio del pueblo de Dios, pero la gran dignidad viene por el bautismo que es accesible a todos”. Y más adelante dice el Papa: “una mujer, María, es mucho más importante que los obispos”.


Y en otro documento que, les recomiendo enormemente, participando de esta Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe noté que en la Argentina no lo conocemos prácticamente, se llama Querida Amazonía: exhortación del Papa al pueblo de Dios sobre el tema del Amazonas, sobre el tema del cuidado de la casa común y también la vida de la Iglesia en esa reserva natural que tiene nuestro continente. Y allí el Papa dice de la Amazonía pero también, lo podría decir de cualquiera de nuestras comunidades en la diócesis: “en la Amazonía hay comunidades que se han sostenido y transmitido la fe durante mucho tiempo sin que algún sacerdote pasará por allí, aún durante décadas. Es todo gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas, bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe.


Más adelante el Papa dice y advierte sobre el riesgo de clericalizar a las mujeres porque eso provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable. “El Señor, dice Francisco, hizo manifestar su poder y su amor a través de dos rostros humanos: el de su Hijo divino hecho hombre y el de una criatura que es mujer, María. Las mujeres hacen su aporte a la Iglesia según su modo propio, prolongando la fuerza y la ternura de María, la Madre. La Iglesia sin las mujeres se derrumba”.


Y termino con uno de los párrafos donde dice: “las mujeres tienen que tener una incidencia real y efectiva en la organización en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero siempre sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina.”


Simplemente, quise compartir con ustedes algunos de los textos de Francisco sobre las mujeres. Hay muchísimos más, hay muchísima reflexión teológica. Esta teología desde las mujeres -esta teología con cara de mujer-, vale la pena adentrarnos en esa realidad, en esa reflexión vale la pena. Por lo menos plantear el tema, vale la pena en esta experiencia sinodal de caminar juntos que también pongamos en debate el lugar y el rol de la mujer en nuestra Iglesia, y en concreto en nuestras comunidades, en concreto en nuestra diócesis.


Pienso cuántas mujeres hoy están al frente de comunidades animando, bautizando, acompañando, organizando la vida comunitaria, siendo ocasión de encuentro, como es hoy la Virgen con santa Isabel, pero cuánto más nos falta, cuánto más tenemos que seguir avanzando.


Por eso quisiera hoy pedir con ustedes a la Virgen María, por un lado que prepare nuestros corazones para el encuentro de la Navidad en familia, con amigos, que también nos traiga la causa de nuestra mayor alegría, que es el Señor Jesús, ese niño Dios que nace entre nosotros. Pero también, que esta Navidad nos traiga una mente abierta, una mente dispuesta a instalar temas que el Papa nos ha planteado, y que hay muchísimos hermanos que lo vienen hablando hace rato, entre otros, este desafío de la Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe que tiene que ver con el rol, con la participación y con el lugar que la mujer tiene que tener en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad.


Que la Virgen María y santa Isabel intercedan por nosotros.


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LECTURAS RECOMENDADA PARA LA SEMANA

  • Francisco, “Evangelii Gaudium”, 103 y 104.

  • Francisco, “Querida Amazonía”, 99-103

 
 

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