"Este ramo... es la expresión de que Jesús es lo único que importa, que Jesús es el Señor, que Jesús es el Rey, es el dueño de mi corazón, de mi familia, de mi casa, de la historia, del mundo"
Homilía de Mons. Ignacio Medina, obispo diocesano, en la Misa de Ramos celebrada en el Gimnasio del Colegio Salesiano, el 24 de Marzo de 2024.
Queridos hermanos en este día, Domingo de Ramos, en que entramos en el santuario de la Semana Santa, la mejor palabra es la Palabra del Señor. Hemos escuchado al servidor del Padre que entrega su vida para salvar a los hombres; el misterio de la muerte, el misterio de la Resurrección de Jesús. Entramos ahora en esta celebración. Yo quisiera que sobre todo la lectura de la Pasión quedara resonando hoy y toda esta semana en nuestro interior.
Pero precisamente para eso, para que fraternalmente nos comprometamos a responder a esta palabra de Jesús tenemos los ramos en las manos, los hemos bendecido y tienen un doble significado. Es la expresión de que Jesús es lo único que importa, que Jesús es el Señor, que Jesús es el Rey, es el dueño de mi corazón, de mi familia, de mi casa, de la historia, del mundo. Al entrar Cristo triunfalmente en Jerusalén, sabiendo sin embargo que este triunfo tiene que pasar necesariamente por la cruz, me enseña que Cristo es lo único que importa y que yo seré definitivamente feliz en mi vida si hago de Cristo la opción única. Lo único que importa en definitiva es Cristo.
En segundo lugar, el ramo, que yo llevo en la mano, lo llevaré después a casa, lo pondré en mi habitación, como un signo de la bendición y de la protección particular del Señor. Recordaré que Dios está allí, que Dios viene conmigo, viene a mi tarea cotidiana, viene a mi casa, viene a mi familia, viene a mi problema para iluminarlo, viene a mi cruz para serenarla, viene a mi alegría para equilibrarla, viene a mi vida para darle sentido. Es un signo de la protección del Señor. Un signo de que Dios está. Y que Dios no está como huésped ausente sino como Padre que interviene, guía, conduce. Es un signo de tranquilidad, de seguridad.
Entonces, el ramo significa sencillamente eso: por un lado, que nosotros cantamos el triunfo de Cristo, lo acompañamos como el Rey que es, pero al mismo tiempo decimos: Cristo es lo único que importa, y mi vida no tiene sentido donde quiera que esté si no es centrada en Cristo. En segundo lugar, lo llevo a mi habitación, o a mi casa, y este ramo es una bendición muy especial de Dios, Padre de Misericordia.
Eso celebramos hoy. Pero al mismo tiempo con este Domingo de Ramos entramos en la semana verdaderamente santa del año que culminará la gran noche de la Vigilia Pascual. Todo está encaminado a vivir el gozo profundo de la Vigilia Pascual. ¿Qué pasará en esa noche de la Vigilia Pascual? Una luz nueva, un agua nueva, un pan nuevo, el Cristo Resucitado, Hombre nuevo, pero sobre todo yo tendré que ser en Cristo Jesús nuevo. Yo tendré que nacer de nuevo, tendrá que nacer en mí una luz nueva, una luz de fe, una luz de esperanza, una luz de amor. Fe luminosa para descubrir a Cristo que sigue viviendo en la historia y en el rostro de mis hermanos. Esperanza firme para saber que Jesús está conmigo hasta el final. Seremos hombres nuevos si en nosotros la noche de la Vigilia Pascual habrá una fe más viva, una esperanza más fuerte y un amor más alegre y generoso.
Hay que meterse bien adentro de Cristo que en la oración glorifica al Padre, de Cristo que en la cruz redime al mundo, de Cristo que da la vida por los demás. Es decir, una actitud de mucho silencio y oración, una actitud de mucha alegría en la cruz y una actitud de mucha generosidad en el amor, en la caridad.
Una actitud de mucho silencio en la oración. Aquel que nos da la vida, nos enseña a orar, a rezar. Padre, si es posible que pase esto, pero si no es posible, que se haga tu voluntad, ante todo, que es lo único que importa. Por supuesto, seguirá la vida como siempre y habrá que ir al trabajo o habrá que estar en casa o habrá que conversar con los demás, pero adentro tiene que haber un silencio mucho más profundo para escuchar la palabra del Señor. Sobre todo, ¡qué lindo si todos los días leyéramos un trozo de la pasión de Jesús! Pero vivir en clima de oración.
Haga lo que haga, lo que importa es Cristo.
Cada uno de nosotros tiene ciertamente un sufrimiento, una cruz. Ciertamente. Si no nuestra vida sería demasiado vacía. Cada uno tiene una cruz y esa cruz es muy fuerte aun cuando externamente para los que miran de afuera sea una cosa superficial y fácil, para el que la está viviendo es tremendamente aguda. Bueno, esta cruz mía es una partecita de la cruz verdadera de Jesús, porque Jesús prolonga su Pasión en la historia.
Esta cruz tiene un sentido pascual. Que la cruz no me oprima, que no me aplaste, que no me destruya. Saber que solamente de la cruz brota la resurrección, la vida y la esperanza.
Por último, otro sentimiento con que tiene que ser vivida esta semana es la entrega, o sea, Cristo se entrega. Hemos escuchado cómo Cristo toma el pan, toma el vino y lo entrega y dice: esto es mi Cuerpo que será entregado, esta es mi Sangre que será derramada. La Pasión de Jesús es una entrega. ¡Qué bueno es darnos! Un sentido de entrega total a Dios, nuestro Padre y a los hombres, nuestros hermanos. Es aquello de Jesús: no hay amor más grande que aquel que da la vida, que el de aquel que se entrega.
Quizás estamos acostumbrados a mirar la Pasión como algo demasiado lejano o como algo demasiado extraño que ocurrió… Todo esto pasó, pero al mismo tiempo vuelve a pasar. Lo que es cierto es que nosotros no hemos vivido con Él, pero Él vive con nosotros. Eso es certísimo. Él sigue viviendo con nosotros.
Nuestro lugar tiene que ser, en definitiva, uno solo. El lugar de María. De María serena y fuerte al pie de la cruz, bien cerquita. De María que a cada rato le vuelve a decir al Padre que sí: por eso Jesús puede realizar el misterio de su muerte y de su resurrección.
Les deseo desde ya a toda la comunidad diocesana una Semana Santa muy fecunda, para que tengan una feliz Pascua, para que la noche de la Sagrada Vigilia sea extraordinariamente luminosa para todos: para ustedes, para toda la Iglesia y para todo el mundo. Que así sea.
Mons. Ignacio Medina
Obispo diocesano
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