Lecturas de la Misa
Apocalipsis 7, 2-4. 9-14
Salmo 117.
1Juan 3, 1-3.
Mateo 4, 25. 5, 12
HOMILÍA
Celebramos hoy, como dijimos al comienzo de la misa, la solemnidad de todos los Santos. Y creo que muchas veces tenemos una imagen un poco distorsionada de lo que son los santos. Pensamos en los santos y enseguida pensamos en las imágenes de las estampitas, donde aparecen personas casi angelicales, con una mirada que parece media perdida hacia el cielo, alejados de la vida cotidiana. Parecen cómo personas demasiado especiales y por lo tanto, que están como muy alejadas de nosotros. Con esta imagen que tenemos a veces distorsionada de los santos, me parece que hoy nos tenemos que volver a adentrar en un enorme misterio que es que el Espíritu Santo derrama sobre cada uno de nosotros la santidad. Porque Dios nos quiere a todos santos. No es una cuestión de algunos, de esta manera como veíamos en las estampitas, personas alejadas de la realidad, personas con mirada angelical que no tiene nada que ver con nuestra vida cotidiana, al contrario.
La santidad, el Espíritu la derrama en cada uno de nosotros. Porque como dice la carta a los Efesios en el capítulo uno: Dios nos eligió para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Todos convocados a la santidad. Esa es la gran vocación a la que no llama el Señor. Y uno podría decir “bueno y entonces ¿qué hay que hacer?” Y en realidad lo que Dios nos pide es que demos testimonio de Jesús en la vida sencilla, en la vida cotidiana, en lo de todos los días, siendo buena gente, siendo buena persona.
El Papa Francisco para hablarnos de esta santidad a la que todos somos llamados, de esta santidad en la vida cotidiana, tiene una expresión muy linda en su exhortación que se llama ‘Gaudete et exultate”: una exhortación sobre la santidad. Dice Francisco: “los santos de la puerta de al lado”. Los santos que están muy cerca de nosotros. Familiares, vecinos, compañeros de trabajo, amigos. Y esta expresión de “los santos de la puerta de al lado”, el Papa Francisco la toma de un tango (de un tango) que habla de los ‘cosos de al lao’. Así ‘de al lao’ ‘. Los cosos de al lao’ es una familia que está celebrando un bautismo, esa es la letra del tango y de allí Francisco toma esta idea para decir “todos llamados a la santidad en la vida cotidiana”. Cuántos padres que silenciosamente se desviven por sus hijos y vive en esta santidad. Cuántos trabajadores que le ponen garra y esfuerzo todos los días para llevar el pan a sus mesas y eso es santidad. Cuánta gente buena que desde lo poco que tiene trata de ser generosa y solidaria con los demás. Eso es santidad. Cuántos vecinos que quizás hacen cosas buenas por los demás pero no lo publican en el Facebook, no lo ponen en ningún lado, no se dejan llenar por la vanidad y eso es santidad. Cuánta gente que prefiere callarse la boca por amor para no destruir al otro y eso es santidad.
Por eso la propuesta de hoy es que no nos quedemos sólo con la imagen de los santos de las estampitas. Estoy seguro que todos conocemos de estos “santos de la puerta del lado”. Gente buena que todos los días trata de dar testimonio de Jesús quizás sin saberlo, pero que intenta vivir el Evangelio siendo, como dije, buena gente. Y cuántos tenemos, seguramente, algún ser querido que fue bueno, que tuvo un corazón puro, que me enseñó mucho en la vida, que me dejó valores, que me dejó su testimonio, con el que aprendí a ser mejor persona. Y aunque no haya de ellos una estampita y no haya de ellos una estatua, podríamos decir hoy, sin lugar a dudas, que son santos. Que son amigos de Dios que interceden por nosotros. A la santidad hay que alimentarla. Y se la alimenta con estos gestos concretos de todos los días. Gestos de misericordia, gestos de perdón, gestos de paciencia, gestos de alegría, gestos de compromiso y solidaridad. Así se va a alimentando. Por eso, que hoy nos sintamos nosotros todos llamados a esta gran vocación: la santidad que el Espíritu derrama sobre todos nosotros.
Y el Evangelio, de alguna manera, es el programa de la santidad. Hoy leímos el Evangelio de las Bienaventuranzas y dice “Felices los que tienen alma de pobres, felices los afligidos, felices los misericordiosos” y en lugar de la palabra “felices” podríamos decir “santos”. Santos los afligidos por que serán consolados, santos los misericordiosos por qué obtendrán misericordia, santos los que tienen el corazón puro porque verán a Dios. Podríamos reemplazar la palabra “felices” o “bienaventurados” por la palabra “santos”. Y este es el programa de santidad que nos propone Jesús, que indudablemente nos atrae a todos. Lo que sucede es que después el mundo, la realidad cultural, la realidad social, nos lleva para otro lado y entonces siempre estamos en esa tensión de asumir este programa de santidad que nos propone Jesús en la bienaventuranzas y de no separarnos del camino. Porque muchas veces es fácil separarnos, es fácil caer.
Tan solo voy a describir un poquito alguna de estas bienaventuranzas: “felices los que tienen alma de pobres porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos”. Santos los que tienen alma de pobres. El alma de pobre es aquel que sabe que su seguridad no está en la riqueza, su seguridad no está en el poder. Su seguridad está en Dios porque toma conciencia que solo no puede, porque todos somos vulnerables y entonces asumiendo la propia vulnerabilidad, asumiendo la propia pobreza, asumo que mi única seguridad es el señor. Y por eso el que tiene alma de pobre, está dispuesto siempre a dar una mano y siempre a recibir una mano, porque solo no puede.
Felices los afligidos por que serán consolados. Santos los afligidos, no porque esté bien estar pasándola mal, al contrario. Pero santos los que comparten el llanto de los hermanos. Santos los que en este tiempo difícil de pandemia acompañan a los que sufren. Santos nuestros médicos, nuestros enfermeros, que le ponen todo para sacar adelante a quienes están padeciendo el Covid. Santos nuestros voluntarios de los comedores. Nuestros voluntarios que, generosamente y de manera silenciosa, ayudan de una u otra manera creativa en Cáritas. Santos los que quizás desde otras organizaciones, incluso desde otros credos, acompañan en el dolor y el sufrimiento de tantos hermanos que en este momento están pasándola mal. Atrevernos a compartir el dolor del otro, eso es santidad. Felices los misericordiosos porque obtendrán misericordia. Santos los misericordiosos. Y la misericordia tiene que ver con ser bueno con el otro porqué Dios primero fue bueno conmigo. Tiene que ver con no condenar, no juzgar. Tiene que ver con perdonar. Tiene que ver con dejar de lado la bronca, el rencor. Por supuesto que cuesta y por eso diría que es casi contracultural. En un mundo en el que nos agredimos constantemente. Misericordioso es el que experimenta la propia debilidad pero también experimenta el enorme amor de Dios que hace que seas bueno con el otro.
Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios. Santos los que trabajan por la paz. Cuando el Papa Francisco comenta esta bienaventuranza, (el Papa) enseguida advierte sobre el mundo de las habladurías. El Papa advierte que el chisme no construye la paz. Habla de la difamación y calumnia como actos terroristas, que ponen la bomba en las redes sociales o ponen la bomba en las noticias y se van. Por eso, construir la paz es también no destruir la fama de las personas. Construir la paz es jugarnos por la verdad. Construir la paz a veces es hacer silencio, por amor, por caridad.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia o felices ustedes cuando sean insultados y perseguidos. Santos los que son perseguidos por practicar la justicia. Santos los que son insultados y calumniados. Porque aceptar día a día, el camino del Evangelio no es fácil. Es difícil, nos cuesta a todos pero vale la pena. Vivir el Evangelio todos los días, aunque nos traiga problemas, eso también es santidad.
Los invito entonces a atrevernos a meternos en el camino de las bienaventuranzas. Es contracultural, es revolucionario. Tratar de ser santo, tratar de ser testigo de Jesús en un mundo que es tan, pero tan complejo, tan, pero tan difícil. Y así como dije que la imagen de las estampitas es una imagen desvirtuada, incompleta, alejada de nosotros, solamente voy a dar alguna de las características que creo que sí tiene que tener alguien que está en el camino de la santidad.
El aguante, la paciencia. El soportar y seguir adelante. No bajar los brazos porque sabemos que Dios tarda pero no olvida. Cuánto hemos tenido que ejercitar la paciencia en este tiempo de la pandemia. Eso es santidad.
La segunda nota o característica: la alegría o el buen humor. Un santo es alguien alegre, porque sabe que su respiración, como dice Francisco, la respiración del cristiano es la alegría. El buen humor. El aprender a reírse uno mismo. El poder sostener esa alegría en tiempos difíciles, porque creemos que la fuerza de la resurrección realmente es algo real, y allí está la razón de nuestra alegría. Ser divertidos tiene que ver con la santidad, reír, bailar, hacer un chiste, pasarla bien. El amargo no es santo porque no disfruta de la vida que es el regalo que Dios le dio. El ser audaces, creativos, entusiastas, apasionados en un mundo en el que muchas veces se nos invita bajar los brazos y a decir “no hay nada que hacer”. Es santidad también, vivir en comunidad. Sentirme parte de una familia. Saber que solo no puedo. Con mis vecinos, con mis amigos, con mi comunidad parroquial, con mis compañeros de trabajo. No solos. Nadie se corta sólo. Dios nos salva en comunidad. Dios se hace uno con nosotros en el Pueblo. Y en oración. Un santo es alguien que reza. ¿Y cómo reza? Con sus palabras ¿y qué dice? lo que siente el corazón ¿y qué escucha en el silencio? la voz del Señor. Cada uno a su manera. No hay recetas.
Ojalá todos hoy tengamos ganas de ser santos. No es fácil. Tenemos un programa: las bienaventuranzas. Tenemos algunas características para darnos cuenta que hay santos de la puerta a lado. Santos que están cerquita. El aguante, la paciencia, la alegría, la audacia, el entusiasmo, la comunidad, el estar con otros y el estar en estado de oración.
Pidámosle a María, la Santa entre los Santos, que nos ayude. Que ya no creamos que ser santos es estar en una estampita, sino que ser santo es ser testigo de Jesús con gestos concretos todos los días.
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LECTURA RECOMENDADA PARA LA SEMANA
Poesía “Los cosos de al lao’”
Papa Francisco. Exhortación Apostólica “Gaudete et exultate”, Capítulo 4.
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