Lecturas de la Misa
Amós 7, 12-15.
Salmo: 84.
Ef 1, 3-30
Evangelio según san Marcos 6, 7-13
HOMILÍA
Como primera impresión del Evangelio que acabamos de proclamar, indudablemente, Jesús quiere armar un equipo de trabajo. Jesús no se corta solo, sino que organiza con sus discípulos un equipo de trabajo para anunciar el Evangelio. Por eso insisto con aquella frase de que “la mejor ayuda es la que se organiza”. Hoy Jesús organiza el anuncio del Evangelio. Y lo hace enviando a sus discípulos. Dice que lo hace de dos en dos. Esto no hay que tomarlo de manera literal y por lo tanto, todo lo tenemos que hacer de a dos. Sino que lo que nos está pidiendo Jesús es que tengamos entre nosotros, un espíritu de concordia, un espíritu de fraternidad, que no podemos anunciar el Evangelio, no podemos hablar de Jesús si entre nosotros estamos peleados, si entre nosotros estamos enemistados.
Y Jesús no los envía y se desentiende, sino que Jesús no abandona a los discípulos a sus fuerzas, al contrario, dice que les da poder. Poder y autoridad, dirá el Evangelio de San Lucas cuando hable de este relato. Aquí San Marcos solo dice poder. Pero en realidad es poder y autoridad. Pero no es un poder para controlar o para dominar a los demás. Por eso es importante resaltar este otro aspecto: la autoridad. La autoridad viene de "augere", del griego, que significa aumentar, levantar. Es decir que cuando alguien tiene autoridad, parecería que esa persona se ocupa especialmente, de elevar a los demás, de ponerlos de pie, de hacerlos protagonistas de su vida. Hoy, entonces, Jesús, armando este equipo de trabajo, pidiéndoles que haya entre ellos concordia y fraternidad, les da este poder y autoridad. No como mandato de dominación, sino para que ayuden a la gente a ponerse de pie, para que ayuden a la gente, verdaderamente, a ser protagonistas de su vida. Por eso, poder y autoridad no son lo mismo en nuestra mirada y en nuestra concepción. Qué desafío entonces, en este tiempo que como Diócesis trabajamos desde la Carta Pastoral la sinodalidad, esto de caminar juntos. Que como Diócesis retomamos aquello de la Asamblea del 2017 de ser una Iglesia familia, que estamos ahora también involucrados en el proceso de escucha de la Asamblea latinoamericana y del Caribe. Realmente, un Pueblo de Dios movilizado. Que podamos entender que cuando Jesús da poder y autoridad, no es para dominar a la gente. Eso también es clericalismo. Sino que tiene que ver con esto de ayudar al otro a ponerse de pie y ser protagonista. Por eso creo que hay un enorme desafío para todos como Iglesia, de poder entender a qué se refiere Jesús cuando envía a sus discípulos hoy y lo hace con poder.
Hay una frase de un educador brasilero, Paulo Freire, que dice lo siguiente y me parece que quiere un poco decir lo mismo con una frase: “Lucho por una educación que nos enseñe a pensar y no por una educación que nos enseñe a obedecer”. De alguna manera, Jesús hoy quiere que sus discípulos aprendan a pensar. No los está enviando y dándoles poder para que le transmitan a la gente solamente la obediencia, solamente el mandato.
Una segunda idea. Dice que los envía con poder para poder liberar a la gente de los espíritus impuros o el sinónimo, los espíritus inmundos. Liberarnos, en realidad, de todo lo que nos esclaviza, en esta idea de ponernos de pie, liberarnos de todo aquello que nos oprima y que no nos deja ser hermanos, que no nos deja ser verdaderamente libres. Lo impuro es lo que está contaminado. Lo impuro es lo que está lleno de basura o lleno de suciedad.
Yo pensaba un ejemplo muy concreto: hace unos días, al Papa Francisco tuvieron que operarlo. Y en la noticia, que uno podía buscar en las redes, que podía buscar en los portales nacionales, habilitaron, curiosamente, los comentarios. Muchas veces, cuando las noticias son sensibles, se cierran a los comentarios. Yo creía que hablar de la salud y de la operación del Papa era un tema sensible y por lo tanto, merecía que cerraran los comentarios. No. Curiosamente, los comentarios quedaron abiertos. Si ustedes vieran (casi no lo recomiendo, no vale la pena) el odio que se destila en los comentarios, el deseo de lo peor para el Papa, los comentarios más groseros... es impresionante cómo se destila odio, cómo se destila furia. Esos son los espíritus impuros. Esa es la inmundicia de la que nos tenemos que liberar los argentinos. De ese profundo odio que sigue generando mayor grieta que, como digo siempre, no es grieta, porque se llama herida, porque duele en el alma. De eso es de lo que los cristianos tenemos la enorme misión de ayudar a nuestra gente a liberarse, porque verdaderamente, el odio, el rencor, el creer que el otro es mi enemigo, eso sí que nos esclaviza y nos oprime.
Sigue diciendo el Evangelio después, que les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón. Ni pan, ni provisiones. Parece que los discípulos de Jesús tenemos que ser livianos de equipaje. Y yo creo que a veces los cristianos, en la Iglesia, nos vamos transformando en acumuladores seriales. No solamente acumulamos cosas, también acumulamos costumbres, acumulamos estructuras, vamos acumulando cargos. Será por eso que a veces nuestra Iglesia es tan pesada, que le cuesta tanto los cambios. Será por eso que a veces le tenemos tanto miedo a lo nuevo. Será por eso que a veces sentimos que la palabra “renovación” es mala palabra. Porque estamos muy pesados: con cargas con estructuras, con costumbres que lo único que hacen es generar una Iglesia densa, pesada, anticuada, atada a estructuras caducas.
Eso es lo que le pasó al sacerdote Amasías en la 1ra Lectura. El sacerdote Amasías se encuentra con el profeta Amós y como no quiere ni perder su cargo ni su lugar en el Templo, y como quiere defender los intereses del Rey, echa al profeta. Evidentemente, Amasías tenía una estructura, unas costumbres que lo hicieron ser terriblemente conservador. Entonces, ante lo nuevo, ante la novedad de Amós, lo echó. Él prefería sostener su estructura, sus costumbres, su cargo.
Pienso cuántas veces estas estructuras no nos permiten, como Iglesia, ser verdaderamente libres. Y recuerdo aquella frase del Papa Francisco: “quiero una Iglesia pobre para los pobres”. Evidentemente, para eso, tendremos que aprender lo que significa liberarnos de todo aquello que nos ata, que nos genera estructuras, que nos genera costumbres que nos van ahogando.
Entonces quería compartir con ustedes también un sueño del Papa que está en Evangelii Gaudium 27, en esta misma línea, de una Iglesia liberada y no atada a estructuras anticuadas: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial, se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación. La reforma de estructura que exige la conversión pastoral, sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras. Que la pastoral ordinaria en todas sus instancias, sea más expansiva y abierta y que coloque a los agentes pastorales, en una actitud constante en salida y favorezca así, la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad”. El sueño del Papa: una Iglesia capaz de transformarlo todo con un espíritu misionero.
Cuando al final del Evangelio dice que se pusieron a predicar y a exhortar a la conversión, me imagino discípulos alegres, entusiastas. No discípulos que generaban miedo, que creían que Dios castigaba, sino que, al contrario, anunciaban la Buena Noticia, al Dios de la misericordia, al Dios que ama. En este tiempo de la pandemia, tenemos que transformarnos más que nunca, en discípulos alegres, en discípulos que con sus palabras, sus gestos, su compromiso, no generamos miedo, no generamos angustia sino que generamos esperanza. Eso es lo que nos pide el Señor.
Y por eso quería terminar releyendo el salmo, porque efectivamente, me parece que el salmo concentra todo lo que un discípulo misionero hoy tiene que predicar. Ojalá el Señor, entonces, nos haga discípulos que tenemos la autoridad de Jesús, que no es poder para dominar, sino para que el otro sea protagonista de su vida. Que seamos discípulos capaces de liberar a nuestra sociedad de esta inmundicia, de estos espíritus impuros que nos dividen y nos hacen enemigos. Que seamos discípulos capaces de tener un equipaje muy liviano, porque nuestro mayor tesoro es la Buena Noticia de Jesús. Liberarnos de las estructuras pesadas que no nos permiten la renovación. Haciendo del sueño de Francisco, el propio sueño y siendo discípulos de la Buena Noticia, con buena onda, con esperanza, con alegría, con nuestras palabras, más o menos, lo que nos dice el salmo de hoy:
Voy a proclamar lo que dice el Señor.
El Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos.
Su salvación está ya muy cerca de los fieles.
Y la gloria habitará en nuestra tierra.
El amor y la paz se encontrarán.
La justicia y la paz se abrazarán.
La verdad brotará de la tierra y la justicia mirará desde el cielo.
El mismo Señor nos dará sus bienes y la tierra producirá sus frutos.
La justicia irá delante de Él y la paz sobre la huella de sus pasos.
LECTURAS RECOMENDADAS:
Evangelio del Domingo: Marcos 6, 7-13
Documento de Aparecida. Números 28-32.
Sueño del Papa citado en la homilía.
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