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MISA CRISMAL, 2025

  • Foto del escritor: Obispado RioGallegos
    Obispado RioGallegos
  • 28 mar
  • 3 Min. de lectura

2025-03-27 | Desgrabación de la homilía de Mons. Ignacio Medina. Concelebrada con Mons. Fabián González Balsa y el clero de la Santa Cruz y Tierra del Fuego, en el Santuario de San Cayetano de Río Gallegos. (texto, fotos y video)

 

            Buenas tardes a todos

            En este tiempo de Jubileo, en este tiempo de esperanza celebramos esta Misa Crismal en la que se reúnen los presbíteros con sus obispos en torno al altar junto al Pueblo de Dios. Hoy recordamos especialmente aquel momento en el que por imposición de manos del obispo y la oración consecratoria fuimos introducidos en el sacerdocio de Cristo.

 

            Queridos sacerdotes, queridos diáconos, religiosos, religiosas y todo el pueblo de Dios, hoy bendecimos los óleos y consagramos el crisma que servirán para ungir a los catecúmenos, para confortar a los enfermos y para conferir el bautismo, la confirmación y el orden sagrado, y en esta celebración también vamos a renovar una vez más las promesas sacerdotales, nuestra consagración y servicio a Cristo y a la Iglesia.

 

            El Espíritu del Señor Dios está sobre mí porque el Señor me ha ungido, me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, nos dice Isaías. Hoy elevamos nuestra mirada al Padre que constituyó a su Hijo único, pontífice de la nueva alianza. Elevamos nuestra mirada a Cristo que ha conferido el sacerdocio real a todo su pueblo santo y ha elegido a uno de nosotros, los hombres de este pueblo, para que participemos de su sagrada misión. En esta celebración recordamos el gran don del sacerdocio, el don del Señor a su Iglesia y en particular a cada uno de nosotros.

 

            Dar la buena noticia pobres, curar los corazones desgarrados. No son las tareas propias de una correcta gestión administrativa o de una organización meticulosa y eficaz, no son tareas circunscritas al ámbito externo, se trata de labores más complejas y delicadas, que requieren una disposición concreta del corazón, implican salir al encuentro de los demás y compadecerse, conmoverse ante el hermano ante el hermano caído al borde del camino. Ojalá podamos llegar a decir con San Pablo me he hecho todo para todos para ganar sea como sea algunos y todo lo hago a causa del Evangelio.

 

            No se trata sólo de vivir en desprendimiento de los bienes materiales o el propio tiempo, se trata sobre todo de entregar la propia vida. Ese debe ser el criterio, la clave determinante de nuestra existencia de nuestras relaciones con los demás.

 

            Por eso, el sacerdote ofrece una palabra siempre profética y su compromiso comporta una entrega a la vida de Dios y por los hombres. La Caridad Pastoral encuentra su alimento principal y su expresión en la Eucaristía. La celebración de la Eucaristía va a ser el fundamento, la raíz, la cima de nuestra vida sacerdotal, el misterio que llena nuestra exigencia porque nos configuramos a Cristo y también nos ofrecemos en nuestra vida que se va transformando. En la Eucaristía encontramos la fuerza que nos llevará a anunciar la buena nueva sin desfallecimiento, así como a entregarnos a todos, especialmente al que más necesita y al que más necesita particularmente en este año una palabra de Esperanza, un anuncio de Esperanza.

 

            No podemos olvidar que Jesús llama a los apóstoles en primer lugar para que estén con él, y que él mismo quiso dejarnos el testimonio de su oración. Los evangelios nos presentan con mucha frecuencia a Cristo en oración, toda su actividad cotidiana procedía de la oración hasta el final de su vida en la última cena, durante su agonía en la cruz, el Señor muestra que la oración animaba su ministerio. Por eso, la prioridad fundamental del sacerdote es su relación personal con Cristo a través de la oración; la vivencia de nuestro sacerdocio llena las 24 horas de nuestra vida. Toda la existencia como un don total de Dios y a los hermanos, como una ofrenda agradable al Padre siguiendo el ejemplo de Jesús, que entrega su vida en la cruz para la salvación del mundo, que no ha venido a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por muchos.

 

            Doy gracias a Dios por nuestra familia diocesana, por la familia de nuestro presbiterio. Gracias hermano sacerdote por su trabajo pastoral en este tiempo tan difícil, como apasionante. Gracias por la entrega generosa.

 

            Pedimos a María santísima que nos proteja y que interceda por nuestra familia diocesana para hacer de nuestra consagración verdaderos testigos de esperanza en este año jubilar, hoy y siempre. Ella se mantuvo fiel hasta el final y nos ayuda a renovar cada día nuestro ministerio sacerdotal. Que así sea. Amén

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Texto de la Homilía para descargar:



 Algunas fotos de la Misa Crismal:




Video de la Homilía:


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