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Carta Pastoral 2023
Menos aplausos, más compromiso
A 10 años del
inicio del pontificado de Francisco
Mons. Jorge García Cuerva
carta pastoral 2023-portada.jpg

a. Una diócesis que quiere anuncia el Evangelio 

b. Una diócesis en salida 

c. Una diócesis sinodal 

d. Una diócesis, hospital de campaña 

e. Una diócesis que se anima a los cambios 

f. Una diócesis forjadora de la cultura del encuentro 

g. Una diócesis que se preocupa y cuida la casa común 

h. Una diócesis joven que sueña 

Conclusión 

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--> Descargar: PDF A4 - PDF Cuadernillo doble faz 

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(*) Foto de portada. Plaza de San Pedro, 4 de mayo de 2016, Francisco hizo detener su papamóvil para acercarse a una niña no vidente que, tras ser subida en brazos por agentes de seguridad, tocó la cara del pontífice y él devolvió el gesto.

Ojalá que ese gesto de cercanía y ternura del Papa sea para nosotros invitación concreta a salir siempre al encuentro de los demás y del modo en que nos necesitan.

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Carta Pastoral 2023

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Menos aplausos, más compromiso

A 10 años del inicio del pontificado de Francisco

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Marzo 2023

 

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​     En marzo celebramos los diez años del pontificado de nuestro querido Papa Francisco, un hijo de nuestra Patria, que con su magisterio “revolucionó” la Iglesia, que nos habilitó a pensar, a soñar, a llevar adelante proyectos pastorales en medio de nuestro pueblo, sin miedo, sin asco y sin demora, como nos dice en su primera exhortación apostólica Evangelii Gaudium.[1]

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     Sin embargo, percibo que no aprovechamos totalmente toda la riqueza de su reflexión; hasta diría que la desconocemos. Tenemos la tentación de parecernos a los fans de algún cantante famoso: queremos la foto con el Papa, queremos tocarlo, queremos que venga a nuestro país, queremos participar de los eventos masivos que lo tienen como protagonista, pero no tenemos las actitudes propias del discípulo que escucha, que se deja interpelar, que reflexiona, y que actúa en consecuencia.

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     Por eso, y a 10 años de aquel 13 de marzo del 2013, es tiempo de concretar el magisterio pontificio en nuestra Iglesia latinoamericana, en Argentina, y por supuesto también en nuestra diócesis; es tiempo de llevar a la práctica los discursos, las homilías, las encíclicas, los mensajes, los gestos, que Francisco tuvo y sigue teniendo para el mundo.

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     Es tiempo de más compromiso, y menos aplausos.

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     Ese será el mejor regalo para nuestro querido Francisco en el décimo aniversario de su pontificado.

 

     Por eso, y en continuidad con las cartas pastorales de años anteriores, quisiera proponer ocho claves de reflexión del magisterio de Francisco, para revisar e iluminar nuestra misión pastoral diocesana. Que podamos acceder directamente a sus textos en distintos temas, y que nos queden ganas de más, a fin de luego buscar sus documentos completos, a los que se puede acceder en la página oficial de la Santa Sede (www.vatican.va) o en formato papel en librerías. 

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     Adentrémonos entonces en el desafío de la lectura y reflexión pastoral…

 

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a. Una diócesis que quiere anunciar el Evangelio

 

     Predicar el Evangelio (cf. Mc 16,15; Mt 10,7-8) es la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos. Este mandato constituye «el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a la humanidad entera en el mundo actual» . A esto fue llamada, a anunciar el Evangelio del Hijo de Dios, Cristo Señor, y con ello suscitar la escucha de la fe en todos los pueblos (cf. Rm 1,1-5; Ga 3,5). La Iglesia cumple su mandato sobre todo cuando da testimonio, de palabra y obra, de la misericordia que ella misma ha recibido gratuitamente. Nuestro Señor y Maestro nos dejó ejemplo de esto cuando lavó los pies a sus discípulos y dijo que seremos bienaventurados si también nosotros hacemos lo mismo (cf. Jn 13, 14-17). De este modo «la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo». Al hacer esto, el pueblo de Dios cumple el mandato del Señor que, al pedirnos que anunciemos el Evangelio, nos insta a cuidar de los hermanos y hermanas más débiles, de los enfermos y de los que sufren.[2]

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     Este texto es el preámbulo de la constitución apostólica sobre la reforma de la Curia romana; es un texto fundamental en el magisterio del Papa; define claramente qué es evangelizar: dar testimonio de obra y palabra de la misericordia, siguiendo el ejemplo de Jesús que lavó los pies a los discípulos; evangelizar es hacernos cargo de los más marginados, de los pobres, de los que sufren.

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     Necesitamos convencernos de que el objetivo de nuestra tarea evangelizadora como comunidad parroquial es favorecer el encuentro personal y comunitario con Jesucristo y su proyecto del Reino.[3]

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     Como he afirmado en varias ocasiones, la doctrina no enamora, el que enamora es Cristo. Podríamos repensar nuestras catequesis parroquiales y escolares, ¿favorecemos el encuentro con la persona de Cristo o hacemos encuentros que se parecen a clases de teoría que no sirven para la vida de nuestros niños, jóvenes y adultos?

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     ¿Hemos tomado conciencia que la caridad con los que sufren es evangelizar?

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b. Una diócesis en salida

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     Nos dice Francisco: La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.[4]

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     Revisemos en lo concreto cómo vivimos estos cinco verbos que implican ser Iglesia en salida:

 

     Primerear: ¿Realmente primereamos, salimos al encuentro, o seguimos en la cómoda espera, acostumbrados a pasarla bien entre nosotros, encerrados en nuestros grupos o templos? ¿Realmente nuestra comunidad parroquial, nuestro movimiento, salen a buscar a los que no están?

 

     Involucrarnos… ¿tocamos las llagas del Señor en los que sufren, nos metemos de lleno en la realidad tan compleja y desafiante? ¿o mantenemos una prudente distancia para no complicarnos la vida? Recordemos esa Iglesia viva en la caridad en tiempos de pandemia; no perdamos esa mística.

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     Acompañar… ¿valoramos este caminar juntos, personalizado, de a uno, paciente, silencioso? ¿o seguimos creyendo que los éxitos pastorales se miden por lo masivo, lo espectacular a los ojos del exitismo que demanda la sociedad de consumo?

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     Fructificar…. confiar en la fuerza de lo germinal, de lo pequeño, discernir y encontrar frutos del Evangelio en medio de la realidad, confiando a la vez, en los tiempos de Dios. ¿Cuántas veces buscamos rápidos resultados, teniendo muy poca resistencia a la frustración cuando las cosas no salen cómo queremos?

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     Celebrar… hemos perdido la alegría de la evangelización, a veces parece que nos falta resurrección; en una sociedad signada por la injusticia y el dolor es fundamental ser testigos de la alegría y de la fiesta; tenemos obligación de recuperar “la buena onda”, el buen humor, el entusiasmo, la risa. Son pequeños grandes signos del discípulo de Jesús.

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c. Una diócesis sinodal

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     Desde hace dos años, hemos sido convocados con toda la Iglesia, al inicio del proceso sinodal; el Papa define el sínodo como un modo eclesial que tiene como protagonista al Espíritu Santo que nos conduce.

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     El tema de la sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión. Y así hablamos de Iglesia sinodal, evitando, sin embargo, considerarlo como un título entre otros, una forma de pensarla con alternativas. No lo digo en base a una opinión teológica, ni siquiera como pensamiento personal, sino siguiendo lo que podemos considerar el primer y más importante “manual” de eclesiología, que es el libro de los Hechos de los Apóstoles.

     La palabra “sínodo” contiene todo lo que necesitamos entender: “caminar juntos”.[5]

 

     Hacer sínodo significa caminar juntos en la misma dirección. La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión. Y en este camino somos convocados a escucharnos prestando atención, sin ánimo de responder inmediatamente, dando lugar a todas las voces, también a las que incomodan. Y es un caminar que hacemos como pueblo, por eso, caminar juntos también saliendo al encuentro de tantos que piensan distinto, que tienen otras creencias, otros modos de vivir, pero todos hermanos en el camino de la vida.

 

     El Papa dice: En la vida siempre debemos caminar, incluso cuando estamos en reposo[6] con lo cual queda claro que el caminar para el cristiano no solo es movimiento físico, también anímico, es un peregrinaje espiritual, como es la vida. Lo que no podemos es vivir estancados, no movernos detrás de ideales, de sueños, no podemos dejar que nos gane el quietismo de la costumbre y el siempre se hizo así.

 

     También estar muy aferrados a puestos o responsabilidades puede hacer que perdamos las ganas y la fuerza para caminar juntos, para salir de nosotros mismos, porque las fuerzas que tenemos, las ponemos en estar bien agarrados de la silla o del puesto, y en defendernos todo el tiempo.

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     Y en este modo de ser Iglesia, vencer, entre todos, el clericalismo. ¿Y qué es el clericalismo? El Papa lo dice claramente: Queridos hermanos, huyan del clericalismo, decir no a los abusos, sean de poder o de cualquier otro tipo, significa decir no con fuerza a todo tipo de clericalismo. [7] Un párroco sin Consejo pastoral corre el riesgo de llevar la parroquia adelante con un estilo clerical, y debemos extirpar el clericalismo de la Iglesia   El clericalismo hace mal, no deja crecer a la parroquia, no deja crecer a los laicos. El clericalismo confunde la figura del párroco, porque no se sabe si es un cura, un sacerdote o un patrón de empresa, ¿no? [8]

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     Cuando como Iglesia podemos estar muy aferrados a tradiciones, o al veneno, en palabras de Francisco, del siempre se hizo así, vivimos con una mochila muy cargada de recuerdos y añoranzas que van pesando cada vez más y entonces hacen muy lento el caminar, el ser la Iglesia misionera y en salida que nos pide el Señor: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.” [9]

 

     Si como dice el Papa Francisco, la sinodalidad es lo que Dios espera de la Iglesia en este tercer milenio, las estructuras sinodales (Consejos, asambleas, trabajos en equipo, etc.) no pueden ser opcionales.

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     La sinodalidad desencadenará un proceso que afectará los estilos de vida (salir del individualismo), las prácticas de discernimiento (superar el personalismo y el clericalismo) y las estructuras de gobierno (discernir juntos, optar juntos, caminar juntos).[10]

 

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d. Una diócesis, hospital de campaña

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     Nuevamente leemos a Francisco: Cuántas veces pensamos la misión en base a proyectos o programas. Cuántas veces imaginamos la evangelización en torno a miles de estrategias, tácticas, maniobras, artimañas, buscando que las personas se conviertan en base a nuestros argumentos. Hoy el Señor nos lo dice muy claramente: en la lógica del Evangelio no se convence con los argumentos, con las estrategias, con las tácticas, sino simplemente aprendiendo a alojar, a hospedar.

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     La Iglesia es madre de corazón abierto que sabe acoger, recibir, especialmente a quien tiene necesidad de mayor cuidado, que está en mayor dificultad. La Iglesia, como la quería Jesús, es la casa de la hospitalidad. Y cuánto bien podemos hacer si nos animamos a aprender este lenguaje de la hospitalidad, este lenguaje de recibir, de acoger. Cuántas heridas, cuánta desesperanza se puede curar en un hogar donde uno se pueda sentir recibido. Para eso hay que tener las puertas abiertas, sobre todo las puertas del corazón.

 

     Hospitalidad con el hambriento, con el sediento, con el forastero, con el desnudo, con el enfermo, con el preso (cf. Mt 25,34-37), con el leproso, con el paralítico. Hospitalidad con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido. Y, a veces, por culpa nuestra. Hospitalidad con el perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las culturas diferentes, de las cuales esta tierra paraguaya es tan rica. Hospitalidad con el pecador, porque cada uno de nosotros también lo es.[11]

 

     Y, con otras palabras, pero siempre con la idea de ser hospitalarios como Iglesia, el Papa nos dice: Jesús nos espera en las pruebas y en los gemidos de nuestros hermanos, en las plagas de la sociedad y en los interrogantes de la cultura de nuestro tiempo. Se nos parte el corazón al ver delante de una iglesia a una humanidad con tantas heridas, heridas morales, heridas existenciales, heridas de guerra, que sentimos todos los días, ver cómo los cristianos comienzan a perderse en «bizantinismos» filosóficos, teológicos, espirituales, pero en cambio sirve una espiritualidad del salir. Salir con esta espiritualidad: no quedarse dentro, cerrado con cuatro vueltas de llave. Esto no está bien. Esto es «bizantinismo». Hoy no tenemos derecho a la reflexión bizantina. Debemos salir. Porque —lo dije muchas veces— la Iglesia parece un hospital de campaña. Y cuando se va a un hospital de campaña, el primer trabajo es curar las heridas, no hacer el análisis del colesterol…, esto se hará después… ¿Está claro? [12]

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     Como consecuencia de estas ideas de Francisco, seguimos sosteniendo la consigna de que Cáritas somos todos, Cáritas es amor en obras, teniendo como objetivo que cada persona sea más humana, más digna, porque así lo quiere Dios que nos creó a su imagen y semejanza.[13]

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     La pandemia nos obligó a replantearnos el modo de concretar el amor al prójimo, especialmente a los más pobres; y a sentir que la asistencia desde Cáritas debe involucrar a toda la comunidad parroquial, porque Cáritas es como la sangre que va urgente cuando se abre una herida[14]. Y a esa asistencia hay que ponerle “pies”; salir a escuchar, a visitar, a acompañar, ir al encuentro de los que sufren; no nos podemos conformar con las personas que hace años asistimos de la misma manera. Cáritas tiene que estar en la calle.

 

     Un segundo aspecto sobre Cáritas es la promoción. Cáritas también es ayudar a que cada ser humano sea protagonista de su vida, que no dependa más de la mercadería o la ropa que le damos; que se ponga de pie y, en comunidad, salir adelante.[15] Por eso también son acciones de Cáritas un taller de costura o de cocina, un apoyo escolar, un proyecto deportivo para jóvenes, o de autoconstrucción de viviendas, entre otros ejemplos.

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     Cuánto ya hemos caminado, cuánto más por seguir…

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     Quien vive la misión de Caritas no es un simple agente, sino un testigo de Cristo. Una persona que busca a Cristo y se deja buscar por Cristo; una persona que ama, con el espíritu de Cristo, el espíritu de la gratuidad, de la entrega.[16]

 

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e. Una diócesis que se anima a los cambios

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     Dice Francisco: Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial»

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     Frente al siempre se hizo así, animarnos a los cambios. La realidad es verbal y nos habla, decía el filósofo Romano Guardini; es fundamental entonces dejarnos interpelar por la realidad. No podemos seguir creyendo que podemos sostener las mismas prácticas pastorales de hace treinta años. Estamos viviendo profundos cambios culturales que nos exigen una profunda renovación eclesial y pastoral.

 

     En otro documento sobre la santidad, Francisco nos alerta sobre la resistencia a los cambios: La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas «sean lo que son», o lo que algunos han decidido que sean. Pero dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado.[17]

 

     El tema central para revisar y sincerarnos, es si nos animamos a cambiar, si nos animamos a lo nuevo, si creemos de verdad que vale la pena arriesgarnos por nuevos caminos, con el mensaje de siempre, el de Jesús, que se encarna, se inculturiza, se renueva en cada momento histórico.

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     Ya en 1992, los obispos latinoamericanos reunidos en Santo Domingo, nos decían: Es necesario inculturar el Evangelio a la luz de los tres grandes misterios de la salvación: la Navidad, que muestra el camino de la Encarnación y mueve al evangelizador a compartir su vida con el evangelizado; la Pascua, que conduce a través del sufrimiento a la purificación de los pecados, para que sean redimidos; y Pentecostés, que por la fuerza del Espíritu posibilita a todos entender en su propia lengua las maravillas de Dios.[18]

 

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f. Una diócesis forjadora de la cultura del encuentro

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     En distintas ocasiones a lo largo de estos 10 años, Francisco plantea la necesidad de forjar entre todos, la cultura del encuentro, en contraposición a la cultura del descarte. ¿cómo incidir en políticas públicas y lograr que la reconciliación no quede reducida a la esfera privada? ¿Somos conscientes de nuestra misión en la construcción de una sociedad más fraterna?

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     (…) hablar de “cultura del encuentro” significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en deseo y en estilo de vida. El sujeto de esta cultura es el pueblo, no un sector de la sociedad que busca pacificar al resto con recursos profesionales y mediáticos.[19]

 

     La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida.

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     El encuentro con el otro constituye una dimensión esencial de la existencia humana; la calidad de las relaciones humanas determina el proceso de crecimiento y el logro de la felicidad de cada persona. «Los otros son constitutivamente necesarios para la construcción de una vida plena»[20]. Un ser humano, añade el Santo Padre, «ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros» [21]

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     Todos los encuentros con el otro son potencialmente enriquecedores, y dicha potencialidad es directamente proporcional a la alteridad de la persona encontrada. Cuanto más diferente sea, mejor permitirá a quienes se encuentran con ella, enriquecerse en conocimiento y humanidad.

 

     Es desde esta perspectiva que debemos comprender la invitación del Papa Francisco a privilegiar el encuentro con quien habita las periferias existenciales, que tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones más definitorias[22]. Las periferias existenciales, explicaba el Santo Padre están densamente pobladas por personas descartadas, marginadas, oprimidas, discriminadas, abusadas, explotadas, abandonadas, pobres y sufrientes [23]

 

     En nuestra diócesis somos todos tan distintos, venidos de distintos lugares, por distintos motivos, con la riqueza de la multiculturalidad, que nos desafía a vivir la cultura del encuentro y zanjar divisiones a las que comúnmente llamamos grieta y que nos duelen profundamente.

 

     Este es un año electoral; Dios quiera que, iluminados por el magisterio del Papa, podamos descubrir que el que piensa distinto no es nuestro enemigo, y que entre todos podemos generar consensos en algunos grandes temas que demandan acuerdos urgentes: droga y narcotráfico, educación, trabajo, etc.

 

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g. Una diócesis que se preocupa y cuida la casa común

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     Ha sido un pilar en estos 10 años de pontificado la encíclica Laudato si, sobre el cuidado de la casa común.

 

     Allí nos dice el Papa: Nuestra hermana madre tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.[24]

 

     Al comienzo de este valioso documento, Francisco hace un llamado a todos: El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo. Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos.

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     Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva.[25]

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     Nuestras provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego son nuestra casa; ¿cómo cuidarlas?, ¿cómo aprovechar todo lo que nos da la tierra sin destruir la naturaleza?, ¿cómo respetar lo creado por el bien de todos sin privilegiar, como nos dice el Papa, criterios economicistas? Ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma de lo que tiene delante. Por eso, el ser humano y las cosas han dejado de tenderse amigablemente la mano para pasar a estar enfrentados. De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos. Supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a «estrujarlo» hasta el límite y más allá del límite. Es el presupuesto falso de que existe una cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos.[26]

 

     Y continúa el Papa: El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real. No se aprendieron las lecciones de la crisis financiera mundial y con mucha lentitud se aprenden las lecciones del deterioro ambiental. En algunos círculos se sostiene que la economía actual y la tecnología resolverán todos los problemas ambientales, del mismo modo que se afirma, con lenguajes no académicos, que los problemas del hambre y la miseria en el mundo simplemente se resolverán con el crecimiento del mercado. No es una cuestión de teorías económicas, que quizás nadie se atreve hoy a defender, sino de su instalación en el desarrollo fáctico de la economía. Quienes no lo afirman con palabras lo sostienen con los hechos, cuando no parece preocuparles una justa dimensión de la producción, una mejor distribución de la riqueza, un cuidado responsable del ambiente o los derechos de las generaciones futuras. Con sus comportamientos expresan que el objetivo de maximizar los beneficios es suficiente. Pero el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social.[27]

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     Sus palabras nos tienen que cuestionar, nos tienen que iluminar, nos tienen que llevar a pensar qué sucede en nuestra diócesis con la minería, con la extracción petrolera, con las especies vivas autóctonas, con nuestros ríos y lagos, en definitiva, qué sucede con nuestra vida, porque como también expresa Francisco, no hay dos crisis, una ambiental y otra social: El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social. De hecho, el deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta: Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre.[28]

 

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h. Una diócesis joven que sueña

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     A lo largo de estos años, y especialmente a los jóvenes, el Papa Francisco los anima a soñar, a no dejarse robar la esperanza y los ideales. A modo de ejemplo: El sentido de la vida no es quedarse en la playa esperando que el viento traiga novedades. La salvación está en mar abierto, está en el impulso, en seguir los sueños, los verdaderos, los que se sueñan con los ojos abiertos, que comportan esfuerzo, lucha, vientos contrarios, borrascas repentinas. Por favor, no hay que dejarse paralizar por el miedo, ¡sueñen en grande! ¡Y sueñen juntos! [29]

 

     Entonces no podemos quedarnos estancados, en la cómoda, en lo conocido, en el no se puede; si un hombre de ochenta y seis años nos alienta y anima a soñar, no tenemos excusas, el proyecto del Reino de Dios es un hermoso sueño por el que estamos llamados a entregar la vida. No ser cristianos conformistas, de vuelo corto, sin horizontes.

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     Los sueños nos impulsan hacia adelante, nos dan energías, y son luz en la oscuridad de la vida. Soñar es animarnos a recuperar los ideales.

 

     En este día les digo: por favor mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor. Y si ustedes mantienen viva esa alegría con Jesús, nadie se la puede quitar, ¡nadie! (cf. Jn 16,22). Pero por las dudas, les aconsejo: No se la dejen robar, cuiden la alegría que unifica todo, ¿En qué?, en el saberse amados por el Señor. Porque, como habíamos dicho al principio: Dios nos ama. Dios nos ama con corazón de Padre. Y este es el principio de la alegría. El fuego del amor de Jesús hace desbordante este gozo, y es suficiente para incendiar el mundo entero. ¡Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que ustedes se propongan! ¡No le tengan miedo al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande yo hoy los invito. Por favor no se metan en el “chiquitaje”, no tengan vuelos rastreros, vuelen alto y sueñen grande.[30]

 

 

Conclusión

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     Si bien desde la primera carta pastoral la reflexión pastoral la propuse desde el magisterio de Francisco, este año especialmente, les propongo algunos textos más extensos del Papa para que hable él, para que lo escuchemos a él, y para que podamos confrontar nuestra praxis pastoral y nuestra vida de fe a la luz de su enseñanza.

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     Como en general hemos perdido el hábito de la lectura, sugiero ir leyendo sólo un tema a la vez, de manera personal y, por supuesto, también en grupo o comunitariamente, para reflexionar, debatir, revisar y proyectar.

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     Se podría, por ejemplo, elegir un tema por mes como eje de la vida pastoral de los equipos diocesanos, comunidades y colegios; generar entonces, espacios reflexivos, de trabajo por áreas pastorales, y luego compromisos concretos que se puedan llevar a cabo. Todo con mucha creatividad y audacia como nos dice el Papa.

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     Todos los textos de Francisco presentados en esta carta pastoral están citados a pie de página a fin de que puedan acceder al texto completo si les interesa profundizar en ese tema puntualmente.

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     Nuestro desafío será concretar su pensamiento en nuestra realidad eclesial y social y así tener los lineamientos de la diócesis, que este año podrán irse elaborando de manera más participativa y sinodal.

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     Agradecidos a Dios por el pontificado de Francisco, le pedimos a la Virgen María que lo cuide y que le conceda salud y fortaleza, para seguir guiando al Pueblo de Dios, tal como le dijo Jesús a Pedro, el primer Papa:

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     Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.  Yo te dará las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».[31]

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     Para finalizar, quisiera compartir una canción [32] que trabajamos en el consejo diocesano de pastoral y también en el último encuentro regional de Cáritas; creo expresa la mística, la espiritualidad que queremos vivir para concretar el magisterio de Francisco. Que esta canción sea como un himno que nos aliente a caminar juntos y a seguir soñando la Iglesia pobre para los pobres, la Iglesia en salida que anuncia el Evangelio poniéndose al servicio de los que sufren, la Iglesia hospital de campaña, la Iglesia que se anima a los cambios, la Iglesia que anima al encuentro y que cuida la casa común.

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Mons. Jorge García Cuerva

Obispo diocesano

23 de Marzo de 2023

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Estamos Caminando

Canción de Diego Melano

 

 

Aunque no crean

Que nuestro sueño es real

Y solo vean

Un viaje que seguro

Acaba mal

Estamos caminando

 

Aunque nos digan

Que perdemos el tiempo y más

Que nos motiva

La utopía de algo irreal

Estamos caminando

 

Y otra vez retomo aliento

Y hecho andar,

Porque el pensamiento inmenso

Nos convence desde adentro

Grita que este hermoso viaje es real

Estamos caminando

Estamos caminando

Estamos caminando

Hacia ahí

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Aunque no entiendan

Que el miedo no nos va a frenar

Y si le erramos

Lo que aprendimos siempre servirá

Estamos caminando

 

Estamos vivos

Y caminando en libertad

Y no decimos

Que la tenemos clara pero igual

Estamos caminando

 

Y otra vez retomo aliento

Y hecho a andar,

Porque el pensamiento inmenso

Nos convence desde adentro

Grita que este hermoso viaje es real

Estamos caminando

Estamos caminando

Estamos caminando

Hacia ahí

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[1] Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium 23, Ciudad del Vaticano 2013

[2] Francisco, Constitución apostólica Praedicate Evangelium, Ciudad del Vaticano marzo 2022

[3] Boiocchi, Marta, Comunidad de comunidades, Buenos Aires 2022

[4] Francisco, Op Cit 24

[5] Francisco, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, Ciudad del Vaticano septiembre 2021

[6] Francisco, Mensaje a los participantes de la peregrinación Macerata-Loreto, junio 2019

[7] Francisco, Discurso nuevos obispos tierra de misión, 8 de septiembre 2018

[8] Francisco, Visita a la Parroquia romana de Santo Tomás Apóstol,  Roma 16 de febrero de 2014

[9] Mc 16, 15

[10] Boiocchi, Marta, Op Cit

[11] Francisco, Homilía, Misa en el campo grande de Ñu Guazú, Paraguay julio 2015

[12] Francisco, Discurso a los participantes en la Asamblea General del movimiento de los focolares, Ciudad del Vaticano septiembre 2014

[13] Cfr. Génesis 1, 26

[14] Tissera, Carlos, Convocatoria a la colecta anual de Cáritas 2019

[15] En varios relatos de la Palabra de Dios, Jesús invita a levantarse, a ponerse de pie, y los apóstoles hacen lo mismo cuando comienzan a anunciar el Evangelio. (Lc. 4, 38; Lc. 6, 6, 8; Lc. 7, 14; Mc. 10, 49; Mt. 9, 6; Hech. 3, 6; Hech. 14, 10; etc). Recomiendo la lectura completa de estos textos a la luz de la reflexión sobre la misión de Cáritas de ayudar a la dignificación y protagonismo de cada persona en su vida.

[16] Francisco, Homilia en la Misa de apertura de la Asamblea General de Caritas Internacional, Ciudad del Vaticano, 12 de mayo de 2015

[17] Francisco, Constitución apostólica Gaudete et exultate 137, Ciudad del Vaticano marzo 2018

[18] IV Conferencia General del Episcopado de América latina y el Caribe, Documento de Santo Domingo 230, Santo Domingo 1992

[19] Francisco, Encíclica Fratelli Tutti 216, Ciudad del Vaticano 2020

[20] Ibid150

[21] Ibid 87

[22] Ibid 215

[23] Francisco, Homilía, Ciudad del Vaticano 8 de julio 2019

[24] Francisco, Encíclica Laudato Si 2, Ciudad del Vaticano 2015

[25] Ibid 13 y 14

[26] Ibid 106

[27] Ibid 109

[28] Ibid 48

[29] Francisco, Discurso a los jóvenes, Atenas diciembre 2021

[30] Francisco, Bendición a los fieles, Bogotá septiembre 2017

[31] Mateo 16, 16-19

[32] Canción “Estamos Caminando”, de Diego Melano. La podemos encontrar en https://www.youtube.com/watch?v=m84XktTS5xM y así aprender a cantar entre todos.

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Citas
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